EXTRACTO del libro "Estructura y métodos de la ciencia" del Dr. César Lorenzano

Método hipotético deductivo



El hipotético-deductivismo es una de las más -sino la más- influyente filosofía de la ciencia de nuestros tiempos. No sólo fue aceptado como un fértil punto de vista por una comunidad filosófica que produjo bajo su influencia innúmeros escritos, y lo expuso desde distintas perspectiva en congresos y reuniones, sino que devino asimismo el método standard, habitual de la ciencia; la manera canónica, aceptada y sancionada de presentar tanto los proyectos de investigación, como los informes una vez concluidos.

 

Alcanzó esa posición merced a la resolución de una manera a la vez audaz y rigurosa de los problemas más hondamente sentidos por científicos y filósofos interesados en ciencia. Dichos campos problemáticos eran, sobre todo:

 

i. el criterio que permitiera separar a la ciencia de otras actividades intelectuales a las que estuviera íntimamente ligada, tales como la religión, y la filosofía, y de las que debió deslindarse para preservar su desarrollo autónomo. A éste se lo conoció como el problema de la demarcación.

 

ii. el método que permitiera justificar la corrección de las afirmaciones centrales de la

ciencia, las leyes. Este fue llamado el problema de la justificación.

 

Para resolverlos, el hipotético-deductivismo devino una visión completa, coherente de la ciencia, el conocimiento común, y la historia de la ciencia, superando el marco exclusivamente metodológico.

 

Suele fecharse su aparición en 1934, cuando Karl Popper edita en Viena La lógica de la investigación científica. (Logik der Forschung. Julius Springer Verlag. Viena. Con piede imprenta "1935". Fue más conocida la versión inglesa, The Logic of Scientific Discovery. Hutchinson & Co. Londres. Basic Books Inc. Nueva York. 1957. Versión española: La lógica de la investigación científica. Tecnos. Madrid. 1962.) Popper establece una distinción entre las formas en que se llega a postular una hipótesis-problema atinente a la historia de la ciencia, la psicología, la sociología, o la biografía del científico-, de los procedimientos destinados a ponerlas a prueba. Las asimila a las oposiciones kantianas entre cuestiones que hacen a los hechos -jus facti- y las que hacen a las normas -jus juri-. Declara que las primeras no poseen reglas, y por lo tanto no son susceptibles de tratamiento lógico.

 

En cambio, sí es posible con los métodos empleados en las contrastaciones a las que deben someterse. La terminología más conocida es la de Hans Reichenbach, quien los llama contexto de descubrimiento y contexto de justificación. Es menos conocido que el método hipotético-deductivo fue explicitado por Claude Bernard usando incluso la misma terminología unos setenta años antes que Popper. El hecho de que lo hiciera un científico en un libro dirigido a científicos, con un título tan poco atractivo para filósofos como Introducción al Estudio de la Medicina Experimental contribuyó sin duda a que fuera casi -por no decir totalmente- desconocido en los medios filosóficos, incluyendo en ellos al mismo Popper. (Bernard, Claude. Introducción al estudio de la medicina experimental. París. 1865. Hemos utilizado la edición de: El Ateneo. Buenos Aires. 1959).

 

Sin duda fue éste un factor decisivo para que se le atribuyera la paternidad del hipotético deductivismo a Popper, aunque la obra de Claude Bernard no fuera la de un pensador aislado y luego olvidado.

Por el contrario, tuvo la más amplia difusión entre investigadores médicos, fisiólogos, biólogos, bioquímicos, guiándolos metodológicamente prácticamente hasta nuestros días, a más de cien años de su muerte. Incluso desde campos alejados de lo biológico se lo cita como un punto de referencia insoslayable.

 

El ejemplo más notable es el del sociólogo contemporáneo Pierre Bourdieu, quien pese a escribir una de las obras más densas de fundamentación de las ciencias sociales, además de vastas investigaciones empíricas, no puede eludir a Claude Bernard cuando fija su propia posición. Dice: (La fotografía. Un arte intermedio. Nueva Imagen. México. 1979. p. 16) que la ciencias sociales debieran tomar ejemplo del rigor de C. Bernard, siguiendo sus prescripcioones metodológicas.

 

Dejaremos de lado otros antecesores del hipotético-deductivismo, menos acabados en su concepción, menos cercanos a Popper, menos influyentes u olvidados, como Fresnel, Hartley, LeSage o Whewell y centraremos nuestro relato en la obra de Popper, con algunas referencias a Claude Bernard. (Ver: Fresnel, Augustin. Memoire sur la diffraction de la lumiere. París. 1819. Hartley, D.Observations of man, his frame, his study, and his spectations. Londres. 1791. LeSage, G. Varios escritos , y la recopilación y comentario de su obra en : Prevost, P. Notice de la vie et des ecrits de George- Le-Sage. Génova. 1804. Whewell, William. Philosophy of the inductive sciences founded upon their History. Londres. 1847. Pueden encontrarse otras precisiones históricas sobre antecedentes del hipotético-deductismo en la obra de Larry Laudan: Laudan, Larry. Science and Hypothesis. Historical Essays on Scientific Methodology. Reidel Publishing Co. Dordrecht. Boston. Londres. 198l.)

 

El clima social e intelectual en que aparece la obra de Popper

 

Es casi innecesario recordar que la Viena de principios de siglo en que se gesta el hipotético-deductivismo era un hervidero de nuevas ideas científicas, culturales y sociales. Es la ciudad de Sigmund Freud, y también de su adversario psicoanalítico, Alfred Adler. De Arnold Schoenberg cuando impulsa la música moderna. De Ernst Mach, quien critica la mecánica de Newton y enseña filosofía e historia de la ciencia. Es la ciudad socialista, que experimenta en todos los campos culturales, sitiada y finalmente tomada por el nazismo.

 

En ella, alrededor de 1923, se nuclean en el seminario que dirige Moritz Schlick, continuador de la cátedra de Ernst Mach, figuras como Rudolf Carnap, Herbert Feigl, Otto Neurath, Victor Kraft, Friedrich Waissmann, o Kurt Gödel. Cercanos a las ideas que allí se desarrollan, y en ocasiones inspirándolas, son miembros del seminario aunque no vivan en Viena, F. Ramsey, H.Reichenbach, Karl Hempel, Bertrand Russell y el mismo A. Einstein. Científicos, filósofos, lógicos, matemáticos de primera línea que reflexionan acerca de la ciencia, su estructura, y su función en el mundo.

 

Un manifiesto marca su aparición pública como movimiento filosófico que pretende la hegemonía de su campo. Karl Popper Se titula: La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena. Será la exposición doctrinaria del movimiento epistemológico que se conoce como neo-positivismo o empirismo lógico, pues añadía a la firme creencia de que todo conocimiento entra por los sentidos – continuando el empirismo de Hume, J.S. Mill, y Mach-, la noción de que su estructuración tenía la impronta de la lógica matemática de Bertrand Russell. Su visión de la ciencia se encuentra fuertemente influida por el Tractatus de Wittgenstein, también vienés como ellos. (Ver: "Wissenchaftliche Weltauffassung: Der Wiener Kreis". ("The Scientific Conception of the World: The Vienna Circle"). En: Neurath Otto. Empiricism and Sociology. Reidel Publishing Co. Boston. 1973. pp. 299 a 318. B. Russell y A.Einstein, aunque no vivían en Viena, mantenían una estrecha relación con el Círculo, y firman el Manifiesto. Puede leerse como introducción a los principales temas del neo-positivismo, además del Manifiesto: Ayer, A.J. Languaje, Truth and Logic. Gollancz. Londres. 1936. Edición española: Lenguaje, Verdad y Lógica. Martinez Roca. Barcelona. 1971. Ayer, A.J. (ed.) Logical Positivism. The Free Press of Glencoe. Chicago. 1959. Edición española: El positivismo lógico. F.C.E. México. 1965. Wittgenstein, Ludwig. Tractatus Logico-Philosophicus. Alianza Universidad. Madrid. 1973).

 

En este medio social, cultural, filosófico se gesta el hipotético-deductivismo de Popper, quien en l919, con apenas 17 años, asiste asombrado al éxito de las predicciones de Einstein acerca del comportamiento de la luz al acercarse a un fuerte campo gravitatorio, predicciones que fueron corroboradas durante un eclipse solar por dos expediciones científicas británicas que se instalaron en sitios geográficos distantes uno del otro. El episodio, por lo inusual y espectacular, fue comentado por la prensa de todo el mundo, marcando para siempre al joven Popper, quien encuentra en este rigor que lleva a someter a prueba una teoría científica, enfrentándola a las condiciones más estrictas que pudieran refutarla, y salir airosa, el signo distintivo de la ciencia, aquello que la separa de lo que no lo es. Aunque había simpatizado con el socialismo y con el marxismo, compara desfavorablemente la actitud de los seguidores de Marx, y también de Freud y Adler, con la arriesgada apuesta de Einstein. Mientras los primeros veían en cada suceso -fuera el que fuese- una corroboración de sus teorías, sin que imaginaran siquiera que alguno de ellos pudiera contradecirlas, éste indica taxativamente las condiciones en que las consideraría refutadas. Acababa de encontrar el núcleo central de su teoría de la ciencia, el que le permitirá separar ciencia de pseudociencia, entre las que engloba al marxismo y al psicoanálisis.

 

Continuará desarrollando su pensamiento dentro de estos grandes carriles directivos, para culminarlo en 1934, con la publicación de su libro. Corría el año 1926 cuando, con sus posiciones epistemológicas ya maduras, comienza a relacionarse -y a discutir intensamente- con el Círculo de Viena, con el que se siente tan afín en intereses y tan distante teóricamente. Sus miembros tenían, como es natural, su propia respuesta a los grandes interrogantes que mencionáramos anteriormente.

 

A la pregunta de qué separa a la ciencia de otro tipo de propuestas que pretenden generar también conocimiento, contestan trazando una línea de demarcación: el criterio de verificación. Los enunciados de la ciencia deben ser verificables por la experiencia, por los sentidos.

 

En verdad, la demarcación se da entre enunciados con significado -los verificables-, y los no significativos o sin sentido -los no verificables-. De tal manera, la ciencia -y los enunciados empíricos en general- poseen sentido. Por fuera de la cientificidad, de la significación, sitúan a la metafísica, sosteniendo que al no ser verificables, sus enunciados carecen de sentido.

 

Lo hacen oponiéndose -en el contexto de una gran disputa filosófica que se da a comienzos de siglo- a la postura que pretende crear conocimiento válido de la realidad basada sólo en las construcciones -los desvelos- de la razón. El propósito de fundamentar el conocimiento con el mayor apego posible a la experiencia -tomando como modelo del mismo a la ciencia-, los lleva a adoptar un empirismo estricto, combinado con el rigor constructivo y analítico de la lógica.

 

A la pregunta de qué manera procede la ciencia para justificar lo que dice -sus enunciados-, contestan: por experiencia directa si son acerca de hechos, por inducción a partir de éstos si son leyes. Del mismo contexto teórico del neo-positivismo surgían las dificultades que afrontaban ambas respuestas.

Con respecto a la verificabilidad, era evidente que las leyes no podían ser verificadas, puesto que era imposible constatar que algo ocurriera para todos los casos, en todo tiempo y lugar, como éstas lo expresan. (Recordemos que la forma más común de una ley científica es : (x) (Px Qx) "Para todo x,si le sucede p, entonces le sucederá q"; un ejemplo que usaremos más adelante dice: "Para todo animal con páncreas, si se lo extirpa, entonces desarrollará diabetes.") Paradójicamente, lo más característico de la ciencia, sus leyes, caían por fuera de la cientificidad.

 

La inducción se encontraba bajo el fuego de las objeciones de Hume -uno de los autores favoritos de los neo-positivistas-,quien la encuentra injustificada, con argumentos que sonaban irrebatibles. Como muchos inductivistas lo advirtieron, era consciente, además, de que la inducción no conducía hacia la Verdad. B. Russell hará notar que si el procedimiento central en las teorías empiristas del conocimiento -la inducción- es injustificado, entonces no habría motivos valederos para oponerse al escepticismo más extremo. No podría erigirse en basamento para una concepción científica del mundo. (Popper atribuye el arraigo de la errónea teoría inductiva de la ciencia a que los científicos debían demarcar su actividad de la pseudociencia, como también de la teología y de la metafísica, y habían tomado de Bacon el método inductivo como criterio de demarcación. Encontraban en él, y en el empirismo, una fuente de conocimiento comparable en fiabilidad a las fuentes de la religión de las que acababan de separarse. En: op. cit. p. 105. Para la crítica de Hume a la inducción, véase: Hume, David. Tratado de la Naturaleza Humana. Paidós. Buenos Aires. 1974.)

 

Estimando a la ciencia tanto como lo hacía el neo-positivismo, Popper supera los inconvenientes apuntados al apartarse radicalmente de sus propuestas. Dirá que la demarcación no separa lo que posee significado de lo que no lo tiene, y por consiguiente a la ciencia de la metafísica, sino a la ciencia de la pseudociencia. Al contrario de lo sostenido por el neo-positivismo, afirmará que los enunciados de la metafísica son habitualmente comprensibles -poseyendo por lo tanto sentido-, y que sus especulaciones en más de una ocasión han mostrado ser valiosos antecedentes conceptuales de teorías científicas maduras.

 

Por consiguiente, la metafísica, en vez de ser opuesta a la ciencia, puede ser incluso su precursora. Además, era obvio que el criterio confirmacionista de la inducción no permitía sortear el duro escollo que suponen para el auténtico conocimiento las pseudociencias.

 

Su propuesta será, en consecuencia, anti-empirista, anti-verificacionista, anti-inductivista. El conocimiento científico, en el sentir de Popper, es refutacionista e hipotético-deductivista, configurando lo que llamó racionalismo crítico. Sólo podrá avanzar si intenta refutar seriamente las teorías que propone la razón en respuesta a problemas interesantes, deduciendo aquellas situaciones que la ponen a prueba con más dureza. Son conjeturas, hipótesis que permanecen como tales hasta que son refutadas.

 

Debieron haber sido tan inusuales las posturas de Popper en sus inicios -aunque ahora parezcan casi lugares comunes-, que relata que la primera vez que las expuso en una reunión de la Aristotelian Society de Londres en 1936, el auditorio las tomó por una broma o por una paradoja, y estalló en carcajadas, según lo narra en su autobiografía. (op. cit. pp. 147 y 148.) Su respuesta lo es tanto de un criterio de demarcación, cuanto de cómo la experiencia limitada del ser humano dice algo plausible acerca de las leyes, que van más allá de toda experiencia para extenderse a aquello desconocido, lo que sucederá, o lo que se encuentra distante en el tiempo o el espacio.

Pero por encima de ello, permite entender lo que para Popper constituye el mayor desafío a una epistemología de la ciencia: las condiciones que hacen al incremento del conocimiento. Gran parte de su encanto intelectual reside en la provocación implícita de acentuar los aspectos negativos de la actividad cognoscitiva, contra las evidencias del sentido común y lo aceptado por los científicos desde los lejanos días en que Bacon demarcara con la inducción a las ciencias naturales de la religión. Sus puntos de vista terminan siendo aceptados por varios miembros del Círculo de Viena, entre ellos Carnap y Hempel, ya hacia 1932. (El acuerdo de estos autores con Popper puede leerse en: Carnap, Rudolf. Philosophy and Logical Syntax. Kegan Paul. Londres. 1935. Hempel, Karl. Erkenntnis, 5. 1935. esp. pp. 249-54.) Victor Kraft, rememorando la época, dice que para entonces Popper había reemplazado a Wittgenstein como principal influencia en el Círculo. (Kraft, Victor. Popper and the Vienna Circle. En: Schilpp, P.A. (ed.) op. cit.).


El nazismo, que obliga a los intelectuales vieneses a emigrar -o morir-, y sobre todo el destino de Popper en la lejana Nueva Zelanda, tan incomunicada que una simple carta demoraba cerca de tres meses en llegar a Estados Unidos o Europa, pesa sobre la suerte del hipotéticodeductivismo.


Se lo conoce durante años fundamentalmente en la versión de los miembros del Círculo de Viena, quienes emigrados al mundo anglosajón, adquieren un peso preeminente en sus universidades más prestigiosas. Al difundirlo, ellos lo tiñen con sus propias concepciones, entre las cuales la inducción sigue siendo central, ahora bajo la forma de apoyo inductivo a las hipótesis, que asimilan a menudo al cálculo probabilístico.

 

El confirmacionismo y el empirismo de los que renegara Popper, se cuelan en el hipotéticodeductivismo. Ya de regreso a Europa continuará su lucha teórica con el neo-positivismo desde la London School of Economics, reafirmando que las hipótesis no se confirman, sólo se refutan, que la inducción es un mito inncesario para la ciencia, y que el empirismo es una doctrina epistemológica errónea.

 

Para ese entonces, La lógica de la investigación científica estaba casi olvidada, y su primera versión alemana prácticamente inencontrable. Edita, para hacer conocer el centro de sus intereses filosóficos, una versión inglesa en fecha tan tardía como 1957. Tiempo sobrado para que se propagara el mito de un Popper positivista, y que su metodología se confundiera con la del Círculo de Viena.

 

Curiosamente, idéntico equívoco con respecto al primer positivismo ocurriría con la obra de C. Bernard: fue calificado de positivista, sin que aparentemente se advirtieran las facetas hipotético-deductivas de su pensamiento. (Popper, Karl. The Logic of Scientific Discovery., Hutchinson & Co. Londres, Basic Books, Inc., Nueva York. 1957.)

 

Pero esto, parafraseando a Kipling, es sólo historia. Sólo contexto de descubrimiento. Aunque iluminador de ciertos aspectos del hipotético-deductivismo, sabemos que el conocimiento de la génesis no reemplaza al de la teoría acabada, sus interrelaciones, sus peculiaridades. Es hora de que hablemos de su estructura conceptual, de las razones epistemológicas que lo sustentan -su razonabilidad teórica-, y de su adecuación al campo específico al que se dirige, la ciencia y su desarrollo, -es decir, su razonabilidad empírica-. Presuponemos que la filosofía de la ciencia consiste en teorías sobre la ciencia –interpretaciones sobre la ciencia, diría Moulines-, que se comportan con respecto a su propio campo de aplicaciones de manera similar a la ciencia con el suyo. En este contexto es natural que describamos a la ciencia como su terreno "empírico" de justificación. El hipotético-deductivismo sobrevivirá si resiste la crítica teórica de otras concepciones de la ciencia, y la crítica empírica de su adecuación a la ciencia. Mencionamos especialmente el desarrollo de la ciencia, tal como lo querría Popper, quien insiste siempre en que su principal preocupación no es tanto cuál es la estructura de la ciencia -la ciencia acabada-, cuanto su evolución, el aumento del conocimiento.

 

La estructura del método. I. El Método HD simple

 

La estrategia que seguiremos será la de presentar un modelo simplificado del método hipotético-deductivista -o dogmático-, en el que aparecerán nítidamente todos sus elementos constitutivos, para presentar a continuación un modelo más complejo -o liberalizado-, más ajustado a la actividad científica.

 

Debemos a Lakatos la estrategia de presentar al hipotético-deductivismo en dos etapas. Contrariamente a lo que podría creerse de cierta lectura de Lakatos, pensamos que el modelo simplificado no es una mala imagen del hipotético-deductivismo. Por lo contrario, en él aparecen con toda su fuerza los argumentos centrales de Popper -y por cierto, también los de Claude Bernard-. Es solamente eso, un modelo reducido, que explica ciertos aspectos del conocimiento científico, pero en el que puede demostrarse fácilmente que deja de lado otros que son fundamentales. Es necesario completarlo, haciéndolo más complejo, para que abarque las facetas más significativas del quehacer científico.

 

Recordemos el esquema del método inductivo, con el propósito de introducir, por oposición, los supuestos básicos del hipotético-deductivismo, a la manera en que Popper nos cuenta que escribió su Lógica del descubrimiento. (Búsqueda sin término. p. 112.)

 

Se parte de observaciones expresadas mediante enunciados observacionales, que describen un cierto estado de cosas. La reiteración de un número suficientemente grande de casos en los que sucede E permite, por inducción, llegar a enunciados generales -leyes o teorías-, L del esquema. La ciencia, entonces, comienza por los hechos, para llegar a las leyes.

 

El hipotético-deductivismo invierte radicalmente el esquema, y al hacerlo elimina el papel de la inducción. Sostiene que la dirección correcta es de las teorías hacia los hechos. Popper hace notar que los sentidos están abiertos a una infinidad de estímulos, a innúmeros hechos que solicitan la atención, y que su registro indiscriminado mostraría un conjunto infinito, incoherente, absurdo, de enunciados.

 

Sólo adquieren sentido, se ordenan, a partir de un cierto punto de vista, de una cierta teoría que separa los que son relevantes de los que no lo son. No se parte de la observación indiscriminada para inducir luego una teoría. Es la teoría la que muestra qué hechos se deben observar.

 

Dice Popper:

"Pero si se me ordena 'registre lo que experimenta ahora', apenas sé como obedecer esta orden ambigua: ¿he de comunicar que estoy escribiendo, que oigo llamar un timbre, vocear a un vendedor de periódicos, o el hablar monótono de un altavoz? (...) Incluso si me fuera posible obedecer semejante orden, por muy rica que fuese la colección de enunciados que se reúnen de tal modo, jamás vendría a constituirse en una ciencia: toda ciencia necesita un punto de vista y problemas teóricos".

 

Los hechos se deducen de la teoría y, finalmente, la pondrán a prueba de la manera más rigurosa posible. En esquema: Nos dice, además, que una teoría es una libre creación del espíritu humano, un intento audaz de solucionar problemas interesantes, producto de la intuición. Tenemos ya definidos los principales elementos del método hipotético-deductivo simplificado: Veamos ahora más de cerca estos elementos, sus características, y las razones de haber optado por la deducción frente a la inducción.

 

El comienzo del método: el problema

 

Constituye el gatillo disparador de la secuencia metodológica que esquematizáramos anteriormente. Popper en su etapa más tardía, la de la Autobiografía, hace notar que los problemas no nacen en el vacío. Por el contrario son, al igual que la observación, producto de un encuadre teórico que hace que sean vistos como tales, excluyendo incluso en este punto al empirismo de lo dado, ya que no hay problemas sin teorías previas.

 

Dirá en algún momento que los problemas surgen como consecuencia de la tensión entre el saber y la ignorancia, cuando se percibe que algo no está en orden entre nuestro supuesto conocimiento y los hechos. (Popper, Karl. op. cit. p. 178; "La lógica de las ciencias sociales". En: La lógica de las ciencias sociales. Grijalbo. México. 1978.)

 

Asimismo dirá que la crítica que efectúan la razón y la experiencia -el método H-D- a las teorías esbozadas como solución al problema, abre un abanico de nuevos interrogantes antes impensados, es decir, conduce a nuevos problemas. El hecho de que a partir de las soluciones puedan presentarse nuevos problemas, al tiempo que explica la fertilidad de la ciencia, transforma en circular el esquema lineal que mostráramos anteriormente. Su comienzo podría situarse en cualquiera de sus miembros, con la única condición de conservar el orden de la secuencia.

 

Habitualmente Popper insiste en el carácter empírico o práctico de los problemas –según surjan de la propia realidad o de la relación que entable el hombre con ella-, con un énfasis menor en los problemas teóricos que pudieran presentar las mismas teorías. Quizás sea debido al rechazo por parte de Popper a la "clarificación conceptual" de la ciencia que propusiera el neo-positivismo, englobándola dentro de las consecuencias de buscar una teoría del significado. Aunque especifica que no la desdeña si es usada para eliminar confusiones que puedan surgir de un uso poco cuidadoso de las palabras. Es un punto que explorarán hasta sus últimas consecuencias otras filosofías de la ciencia, particularmente la de Thomas Kuhn y más recientemente la de Larry Laudan. (Kuhn, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. F.C.E. México. 1971. Laudan, Larry. El progreso y sus problemas. Encuentro Ediciones. Madrid. 1986)

 

El salto creativo: la intuición.

 

En este punto, como en otros, es muy marcada la diferencia con la metodología inductivista, puesto que para el hipotético-deductivismo las leyes no se obtienen al generalizar observaciones, sino que existe un proceso creativo en su formulación que excede lo meramente observado u observable. Carnap, quien fuera un inductivista sofisticado, también había aceptado de Popper el salto creativo en la formulación de  las teorías y leyes científicas. (Ver, por ejemplo: Carnap, Rudolf. Fundamentación lógica de la física. Sudamericana. Buenos Aires. 1969.)

 

Otorgan razonabilidad a esta afirmación al menos dos tipos de argumentos. Si consideramos el lenguaje en que se expresa la ciencia, es evidente que enuncia sus leyes empleando términos -palabras- que le son propios, y que no designan, habitualmente, objetos observables -gen, masa, átomo, especie, etc.-, o que redefinen lo observable -aceleración,

primate, satélite, etc.-.

 

La inducción, que opera mediante la generalización de hechos cotidianos, mal puede ser invocada para explicar la aparición de estos términos. Sólo pueden provenir de un acto de creación. Sólo pueden ser inventados.

 

Lo creativo se evidencia además en el material previo con el que se construyen las leyes: sueños -como el de Kekulé que ve mientras duerme una serpiente que se muerde la cola, y propone por semejanza el anillo ciclo-hexano para representar las moléculas de elementos orgánicos-; mitos -como el de Edipo o de Electra en la psicología freudiana-; relatos legendarios -como los que permitieron descubrir Troya-; teorías metafísicas -como la del átomo en la filosofía griega que inspira a Rutherford y otros científicos atómicos-; ciencias incompletas que bordean el mito o la pseudociencia - como la alquimia que se prolonga en la química moderna-.

 

Esta compleja red de sueños, relatos míticos, trasfondos metafísicos, observaciones, analogías, visiones entrecruzándose y fertilizándose mutuamente, oscuro magma donde se gesta la creación, se denomina genérica y globalmente intuición. La observación de hechos particulares y la inducción a partir de ellos que caracteriza al inductivismo, son una instancia más de las que se vale la intuición para postular una hipótesis, ni mejor, ni más privilegiada que otras. No justifica las hipótesis, simplemente las sugiere. Comienza ahora el método hipotético-deductivo propiamente dicho: una vez en posesión de la hipótesis, a la que se llega por mil caminos, y como respuesta a un problema planteado por la naturaleza o la sociedad, ha sonado la hora de ponerla a prueba con todo el rigor posible.

 

Las hipótesis y la deducción

 

Popper, conjuntamente con sus contemporáneos, adopta el giro linguístico en sus análisis del conocimiento en general y del científico en particular. En consecuencia, aceptarácomo conocimiento aquel que se encuentra expresado, de manera oral o escrita, mediante proposiciones. No lo que se piensa o lo que se cree, sino lo objetivo, lo que se comunica.

 

La solución que el científico propone al problema planteado será, por lo tanto, una enunciado -una proposición-, no una idea o una creencia. Como toda proposición, será verdadera o falsa, aunque su verdad o falsedad se desconozca inicialmente -de allí su carácter hipotético- y haya que ponerla a prueba a fin de corroborarla o refutarla.

 

Habitualmente se trata de un enunciado general, de una ley que tentativamente se supone verdadera, con el valor de una apuesta que inicia el juego de la ciencia, y que mantendrá su vigencia mientras no se demuestre su falsedad. Las reglas del juego serán, según Popper, las que fija la lógica deductiva. Al introducirlas como única forma inferencial en el seno de la ciencia, elude el riesgo de hacer de ésta una actividad injustificada, irracional, puesto que sus principios son auténticas leyes lógicas, cosas que no sucede con el principio que guía a la inducción. Al hacerlo aparecen con nitidez algunas consecuencias impensadas que el método H-D acepta, y que pueden ser consideradas paradojales a la luz del sentido común y de la anterior metodología inductivista.

 

Popper comienza haciendo notar que los enunciados generales -las leyes o hipótesis- mantienen una curiosa relación lógica con otro tipo de enunciados, deducibles inmediatamente de ellos: los que en vez de hablar de "todos", hablan de "algunos" o "algún". En principio, presentan una total asimetría con respecto a sus posibilidades de verificación

o de refutación. Así, mientras los primeros son imposibles de verificar, los segundos son imposibles de refutar. Para mostrarlo, apelamos nuevamente al argumento que se refiere a los enunciados universales, y a la imposibilidad de recorrer el infinito universo de su aplicación: la verificación es, así, impracticable.

 

Con respecto a los enunciados existenciales, como se llaman técnicamente los que se refieren a propiedades de algún o algunos miembros de un conjunto, es evidente que decir, por ejemplo, "Hay una sustancia que cura el SIDA", o "Hay una sustancia que cura el cáncer", no logra ser refutado por ninguna experiencia negativa, aunque se reiteren inacabablemente: siempre es lógicamente factible que ocurran en cualquier momento. La refutación es, en este caso, imposible.

 

De acuerdo al criterio de demarcación que hiciera entre ciencia y metafísica, estos enunciados, que parecieran estar más cerca de la experiencia son, paradojalmente, metafísicos, puesto que no son refutables. Sin embargo, agrega luego, de esta relación depende la posibilidad de establecer lo acertado o no de la propuesta efectuada por el científico al enunciar su hipótesis. Esto es así porque, según las reglas de la lógica,de un enunciado universal es posible deducir, de manera inmediata, un enunciado existencial que se le oponga, que lo contradiga: aquel que afirme que existe al menos un elemento que no posee la propiedad que le atribuye el universal.

 

Los lógicos tradicionales establecieron relaciones entre los valores de verdad de las proposiciones de la forma "todos", "algunos", "ninguno" en el clásico Cuadro de Oposición, que permitía hacer una inferencia inmediata de una proposición a otra, sin necesidad de otra premisa. El mismo Cuadrado puede construirse con la notación lógica cuantificacional.

 

De acuerdo a él, de "para todo valor de x, si posee la propiedad p, poseerá la propiedad q", se infiere inmediatamente, que su contradictorio es "existe al menos un x que posee la propiedad p y no posee la propiedad q". Así "Todos los perros a los que se extirpa el páncreas desarrollan diabetes" es contradicho por el enunciado: "Existe al menos un perro que no tiene páncreas y no es diabético". Formalmente: ( a) (Pa . - Qa) "Existe al menos un ejemplar (Fido, en la Facultad de Medicina de Buenos Aires), que tiene la propiedad P (no posee páncreas), y no tiene la propiedad Q (no es diabético)"

 

Un ejemplo lo mostrará más claramente. Si el enunciado general es:

 

"Todos los perros a los que se quita el páncreas -pancreatoprivos- desarrollan diabetes", el enunciado existencial que lo contradice es el siguiente: "Algunos, o al menos un perro es pancreatoprivo y no es diabético." Como resulta evidente que si este último es verdadero, el primero es falso, la relación entre ambos tipos de enunciados, mediados por una inferencia deductiva inmediata hace a la esencia misma del hipotético-deductivismo: la posibilidad de refutar las hipótesis.

 

Y algo más que quizás no se veía tan claramente cuando en nuestro esquema poníamos, deduciendo de las hipótesis, los enunciados contrastadores: deben deducirse no cualquier tipo de enunciados, sino aquellos que puedan ser contradichos.

No pide que se sea complaciente con las hipótesis, sino que se las trate con rudeza, que se intente refutarlas de la manera más dura posible, es decir,buscando deliberadamente sus contra-ejemplos. Es sencillo encontrar enunciados que confirmen una teoría, cualquiera sea ella; las pruebas positivas abundan incluso con respecto al valor curativo de creencias místicas o religiosas.

 

Cuando leemos el supuesto valor curativo de los sacerdotes de Esculapio o de las peregrinaciones a Lourdes, pensamos en los placebos, más que en una teoría de los milagros. Por el contrario, debemos pensar siempre en qué condiciones nuestra teoría podría ser falsa, y contrastarla según estas condiciones. Sólo las refutaciones fallidas tienden a corroborarla, convirtiéndose así en casos positivos de la misma -instancias de la teoría-. Otra de las afirmaciones provocativas de Popper, derivada de la relación entre enunciados universales y existenciales contradictorios, es que una ley puede ser escrita en forma de prohibiciones -cosa largamente sabida en Derecho-, caracterizándose sobre todo por aquello que prohíbe. Como consecuencia inevitable, aunque altamente conflictiva para el sentido común, se encuentra el que una teoría posea mayor contenido empírico -hable de más cosas- mientras más prohíbe.

 

Es suficiente comenzar a pensarlo para entender la profunda razonabilidad que involucra, y lo mucho que se aparta de la inducción y su problemática. Relacionada con la anterior afirmación, se emparienta otra igualmente provocativa: el contenido informativo aumenta cuanto más improbable sea una hipótesis, por el sencillo motivo de que si fuera más precisa -si dijera, por ejemplo, que un eclipse de sol tendrá lugar el 3 de mayo de 1997 a las 14.45 hs.-, sería más improbable que fuese verdad -por ser más estrecho el margen de error-, que si expresa de manera general que en el curso del año 1997 se producirá un eclipse, siendo obvio que brinda mayor información.

 

Habíamos mencionado que un enunciado existencial es un enunciado metafísico, que mal puede poner a prueba, por sí, a una ley, a una hipótesis. Lo hace, porque él es deducible de otro tipo de enunciado que se encuentra apegado a la experiencia y es refutable, como debe serlo cualquier enunciado empírico.

 

Se trata de enunciados que hablan de este o estos individuos, con las propiedades que estipula el enunciado existencial derivable, situados en un tiempo y lugar determinados. Es necesario agregar la observabilidad tanto de individuos como de propiedades, y la posibilidad real de su contrastación intersubjetiva, lo que implica, en la mayoría de los casos, la repetitividad del suceso.

 

Popper los llama "existenciales singulares", para oponerlos a los otros existenciales. Reciben también el nombre de "enunciados básicos", ya que son sobre los que se apoya toda la estructura cognoscitiva, poniéndola a prueba a través de la cadena de deducciones que los ligan a los enunciados universales.

 

Constituyen la "base empírica" de las hipótesis, el cimiento mediante el cual la ciencia se encuentra anclada en la experiencia. Siguiendo con nuestro ejemplo, el enunciado: "Si a Fido y Sultán, los perros que se encuentran en el laboratorio de fisiología de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, se les quita el páncreas, no desarrollarán diabetes", es el enunciado básico del que se deduce el existencial antes mencionado.

 

No hay dudas que se podrá constatar si efectivamente tendrán diabetes o no una vez que se les extirpe el páncreas. De la hipótesis fundamental, deducimos hipótesis derivadas, algunas de ellas serán contradichas porenunciados existenciales contradictorios, que se deducen de enunciados básicos. Veamos ahora otra de las consecuencias paradojales que aparecen al optar por la deducción como procedimiento inferencial único de la actividad científica, y que al incidir en la verdad o falsedad que se les atribuye a las hipótesis fundamentales, expresa una nueva asimetría.

 

La refutación de hipótesis y el Modus Tollens.

 

Se acostumbra a definir la deducción como la forma de inferencia en la que partiendo de premisas verdaderas, se llega con el mayor rigor a conclusiones verdaderas. Si en el hipotético-deductivismo lo que conocemos es la verdad o falsedad de las conclusiones -enunciados básicos- luego de ser contrastados, ¿será posible saber de la verdad o falsedad de las premisas en las que se originaron –hipótesis fundamentales-, remontando en sentido inverso el camino habitual?

 

La inferencia que permite refutar una hipótesis conociendo la falsedad de la conclusión, es una forma válida de razonamiento deductivo conocida desde el medioevo con el nombre de Modus Tollens, y que puede ser expresada de la siguiente manera: "Si ocurriendo p debe ocurrir q, y q no ocurre, entonces p no ha ocurrido".

 

Formalmente:

p → q "Si p es verdadera, entonces q es verdadera"

-q "q no es verdadera"

_______ "se deduce que"

-p "p no es verdadera"

 

 

Las dos primeras son las premisas; la línea muestra que ha habido una deducción, que es precisamente la no ocurrencia de p. (Para una descripción más detallada del Modus Tollens, ver: Copi, Irving. Introducción a la lógica. EUDEBA. Bs.As. 1974)

 

Aplicado a la contrastación de hipótesis, la primera premisa nos dice que si la hipótesis es verdadera, el enunciado básico que se deduce de ella -implicación contrastadora-, es verdadero. Si constatamos que es falso, también es falsa la hipótesis originaria. Veamos ahora cómo funciona el Modus Tollens con nuestro ejemplo.

 

Sea una vez más nuestra hipótesis fundamental:

 

"Todos los animales pancreatoprivos desarrollan diabetes"; el enunciado existencial que la contradice es: "Algunos perros pancreatoprivos no desarrollan diabetes", y el enunciado básico correspondiente: "Estos perros, Fido y Sultán, sin el páncreas, no desarrollan diabetes".

 

Dado que si la hipótesis es verdadera, los enunciados que la contradicen son falsos, el enunciado q del esquema registra esta situación, expresando: "No es posible que a Fido y Sultán se les quite el páncreas y no desarrollen diabetes". Al hacerlo, adopta la forma de una prohibición. Sean así, la hipótesis fundamental el enunciado p del Modus Tollens, y q el enunciado contrastador, ya que, si sucede el primero, debe suceder el segundo.

 

Si la experiencia muestra que Fido y Sultán logran finalmente regular los hidratos de carbono sin el páncreas, entonces el enunciado contrastador es falso (-q). La prohibición ha sido quebrantada. El Modus Tollens nos permite deducir ahora que la hipótesis fundamental es falsa, y que no es cierto que todos los animales sin páncreas desarrollen diabetes (-p).

 

Sabemos, desde Claude Bernard, que los animales en cuestión desarrollarán diabetes, y que este será el resultado del experimento. El enunciado contrastador será verdadero. ¿Será también verdadera la hipótesis? Si lo expresamos formalmente, tal como lo hicimos con el Modus Tollens, veremos la siguiente forma de razonamiento:

p → q "Si p es verdadera, entonces q es verdadera"

q "q es verdadera"

________ "se deduce que"

 

p "p es verdadera"

 

Pues bien, esta no es una forma de razonamiento válida, ya que se puede demostrar fácilmente que existen casos en los que la las premisas son verdaderas y la conclusión es falsa. Parece un razonamiento válido, pero no lo es. Se trata de una falacia, la de afirmación del consecuente, destruyéndose con su incorrección la ilusión de afirmar por su intermedio la verdad de la premisa conociendo la verdad de la conclusión.

 

La verdad de una consecuencia lógica no permite afirmar que la hipótesis de la que se partió sea verdadera. En el caso de la falacia de afirmación del consecuente, las tablas de verdad muestran la incorrección de la inferencia. (Véase asimismo Copi, Irving, op. cit. p. 265). La situación no varía si en vez de un enunciado básico verdadero se deducen -y se constatan- varios e incluso innumerables enunciados básicos verdaderos. Esto no le agrega un ápice de verdad a la hipótesis fundamental, ya que siempre estaremos, en caso de afirmarla, haciendo uso de la falacia de afirmación del consecuente.

 

No diremos nunca que la hipótesis es verdadera. Diremos algo más débil, que está corroborada, con lo que se expresa que en el proceso de contrastación no le ha pasado nada, no ha sido refutada, aunque pudiera refutarse en el futuro. Paradójica enseñanza de la lógica que consagra una nueva asimetría, la que manifiesta Popper cuando sostiene, con una convicción indiscutible, que las leyes científicas se caracterizan por ser refutables, mas no verificables.

 

Es una consecuencia inexorable de que, conservándose la verdad en toda la secuencia deductiva, desde las premisas a la conclusión -en esto consiste precisamente deducir correctamente, en partir de premisas verdaderas para llegar a conclusiones verdaderas-, si la conclusión es falsa, la premisa es necesariamente falsa. Esta es la racionalidad que se expresa en el Modus Tollens.

 

En cambio, ya que partiendo de premisas falsas puede llegarse a una conclusión verdadera, la verdad de la conclusión no dice nada acerca de la verdad de las premisas. A esto apunta la falacia de afirmación del consecuente. A la pregunta de cómo justificamos las leyes, el hipotético-deductivismo responde que nunca las justificamos, permanecen para siempre como hipótesis; sólo las contrastamos severamente tratando de refutarlas, ysi se fracasa en este intento, se comienza a usarlas en la práctica científica, sin considerarlas verificadas, puesto que podrán ser refutadas más adelante.

 

II. El método HD liberalizado

 

La esquematización que comentáramos anteriormente, con la clásica secuencia de problemas, formulación de hipótesis, intento serio de refutarla mediante sus consecuencias lógicas -enunciados básicos-, seguida de:

 

i. rechazo de la hipótesis si lo observado en la naturaleza la desmiente;

ii. aceptación provisoria si esto no sucede -corroboración de la hipótesis si bien posibilita una introducción adecuada a los principales argumentos del hipotético-deductivismo, ha sido llamada dogmática o ingenua, y provendría de una incorrecta simplificación del pensamiento de Karl Popper y de Claude Bernard. Lo dogmático consiste en la creencia de que los enunciados básicos cuando contradicen a las hipótesis fundamentales las refutan inexorablemente, siendo obligación del científico acatar el NO que le dicta la naturaleza, y rechazarlas de inmediato.

Aun cuando podamos considerarla dogmática, representó un avance frente al inductivismo, que obligaba a partir de hechos desnudos y a inducir luego teorías verdaderas. Tres pretensiones que constituían exigencias imposibles de cumplir, al estar desvinculadas de la realidad de la investigación, y frente a las cuales incluso el refutacionismo dogmático representó una liberación para los científicos.

 

El hipotético-deductivismo liberalizado refleja más fielmente aún la práctica científica. En ella, la refutación se encuentra demorada por instancias intermedias, que el refutacionismo ingenuo, con su acento puesto en los elementos lógicos de la contrastación de hipótesis, no había tomado en cuenta.

 

Claude Bernard narra una experiencia que ilustra acabadamente el punto:

"Hace mucho tiempo yo anuncié un experimento que sorprendió grandemente a los fisiólogos: el experimento consiste en producir a un animal la diabetes artificial mediante la puntura de la base del cuarto ventrículo. Yo me sentí tentado a probar esta punción como resultado de consideraciones teóricas que no necesito recordar; todo lo que necesitamos saber aquí es que lo logré a la primera tentativa, a saber que el primer conejo que operé se puso totalmente diabético. Pero luego hice el experimento repetidas veces (8 ó l0), sin obtener los mismos resultados. Entonces me encontré en presencia de un hecho positivo y de ocho o diez hechos negativos; sin embargo nunca pensé en negar mi primer experimento positivo en favor de los experimentos negativos subsiguientes. Totalmente convencido de que mis fracasos se debían a que no conocía las verdaderas condiciones de mi primer experimento, persistí en mis trabajos tratando de descubrirlas. Como resultado, logré definir el lugar exacto de la punción y mostrar las condiciones en que debería colocarse el animal que había que operar; de modo que hoy podemos reproducir la diabetes artificial, siempre que nos coloquemos en las condiciones que sabemos que son necesarias para su aparición."

 

Claude Bernard nos muestra, primeramente, coincidiendo con Popper, que el experimento surge de la teoría y no a la inversa ("yo me sentí llevado a probar esta punción como resultado de consideraciones teóricas que no necesito recordar"), y a continuación su tenacidad en persistir en su hipótesis primera, pese a repetidas situaciones refutatorias. Luego va a argumentar -y suponemos que debe haberse visto frente a tales situaciones en el curso de sus extensas investigaciones- que debería persistirse incluso en ausencia de un primer éxito casual como el que menciona: "Voy a añadir a lo anterior una reflexión que muestra cuántas fuentes de error pueden rodear a los fisiólogos en la investigación de los fenómenos vitales. Voy a suponer que en lugar de lograr inmediatamente poner diabético al conejo, habían aparecido al principio todos los hechos negativos; resulta claro que, después de fracasar dos o tres veces, debería haber llegado a la conclusión de que la teoría que me servía de guía era falsa, y que la punción del cuarto ventrículo no producía diabetes. Pero habría estado equivocado; con cuánta frecuencia se han debido equivocar los hombres y se deben equivocar aún a este respecto."

 

No piensa, en el relato anterior, que su teoría esté refutada porque el experimento no fue exitoso en más de ocho ocasiones. Ahora nos dice que tampoco la hubiera considerado así aunque la experiencia hubiera salido mal dos o tres veces, incluso en ausencia de un éxito casual que animaraa seguir el camino emprendido. Y si, siguiendo los dictámenes del refutacionismo ingenuo lo hubiera hecho, si hubiera pensado que la confrontación con la naturaleza la refutaba, hubiera estado en un error.

¿Cometía acaso un atentado contra la racionalidad, contra la lógica cuando procedía de esta manera, como lo hubiera supuesto un refutacionista dogmático?

 

El hipotético-deductivismo liberalizado es la respuesta metodológica que devuelve la razonabilidad al proceder del científico cuando defiende su hipótesis pese al fallo descalificatorio de la naturaleza, concediéndole una cuota mayor de libertad en su accionar. Ella surge delas condiciones propias de la situación experimental -que introduce una complejidad mayor al esquema del H-D-, y al cuestionamiento de lo indubitable de el o los enunciados básicos que refutan la hipótesis.

 

La problemática introducida por la situación experimental

 

¿Qué sucede cuando entre el enunciado básico que describe un cierto estado de cosas y su refutación (o verificación) que refuta (o corrobora) la hipótesis originaria se interpone, con toda necesidad, el experimento, o en los casos más simples, la sencilla observación? Sucede que se introducen, necesariamente, otras hipótesis en la cadena deductiva, que marcan la diferencia entre el refutacionismo ingenuo y la realidad fáctica en que se mueve la ciencia y el investigador mismo.

 

Son ellas:

i. Hipótesis auxiliares acerca de los materiales empleados en el experimento: el animal, la aguja utilizada, el líquido inyectado, etc.

ii. Hipótesis factoriales, que proponen que las variables estudiadas sean las únicas que inciden en el resultado de la experiencia: en el caso relatado por C. Bernard, el supuesto de que únicamente la punción en un solo sitio del cuarto ventrículo producía diabetes.

 

A su vez, estas hipótesis adicionales pueden ser simples hipótesis aisladas, o formar parte de sistemas teóricos diferentes al de la hipótesis puesta a prueba, como podrían ser consideraciones acerca de la anatomía y fisiología del conejo. Ahora puede verse con claridad que lo que se contrasta no es sólo la hipótesis originaria, sino un conjunto de hipótesis, por lo que el experimentador se encuentra en condiciones tales que sin violar ninguna regla de racionalidad, pueda decidir que el resultado de la experiencia no refuta la hipótesis fundamental, sino a alguna de las hipótesis adicionales. Así se explica que pueda insistir una y otra vez ante el NO de la naturaleza, y finalmente triunfar.

 

Para eludir la refutación, formula hipótesis ad-hoc, nombre genérico que recibe toda hipótesis introducida con el único fin de proteger los supuestos iniciales. En una correcta práctica científica, las hipótesis ad-hoc se aceptan sólo para ser puestas a

prueba y corroboradas en un diseño experimental independiente. El código de honor científico, apoyado por el refutacionismo liberalizado, no prohíbe tratar de evitar la refutación ante resultados negativos mediante hipótesis ad-hoc. Sólo prohíbe que se las acepte sin contrastarlas. Su corroboración, puesto que se refiere a factores intervinientes en la zona de la realidad que explora la hipótesis principal, aumenta el conocimiento de la misma, jugando un rol que se juzga como progresivo, y en algunas variantes del refutacionismo, indispensable para el avance de la ciencia. (Así sucede con la metodología de Imre Lakatos en: Lakatos, Imre. Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales. Tecnos. Madrid. 1974., "La falsación y la metodología de los programas de investigación", en: Lakatos, I. y Musgrave, A. (eds.) La crítica y el desarrollo del conocimiento. Grijalbo. Barcelona. 1975.)

 

Las fallas de Claude Bernard en sus intentos de provocar diabetes en los conejos, y su negativa a considerarlas refutatorias de la presunción acerca de un centro de control de la glucemia en el cuarto ventrículo, aduciendo problemas en su punción -lo que ponía en cuestión a un conjunto de hipótesis acerca de la anatomía del conejo, la habilidad en el manejo de la aguja, la profundidad requerida por la punción, etc.-, es una clara muestra de la fertilidad de la tenacidad de los científicos -obstinación irracional la llamaría el refutacionismo dogmático-, argumentando ad-hoc contra la respuesta de la naturaleza a los primeros requerimientos.

 

No sólo puede objetarse la corrección del conocimiento acerca de las características que poseen los elementos involucrados en el experimento, como en el caso citado. Las objeciones ad-hoc pueden abarcar también a las hipótesis factoriales. Sabemos que una ley estipula que se cumplen ciertas relaciones entre elementos de un dominio, y que la experimentación busca corroborar el acierto de dichas postulaciones.

 

Sin mencionarla, interviene en el proceso una hipótesis sumamente importante, que denominaremos con un nombre de larga historia en filosofía, la cláusula ceteris paribus, por la que se presume que en el campo problemático en estudio no inciden -además de los estudiados- otros factores.

 

Ante una experiencia desfavorable pudiera aducirse ad-hoc, y sin caer en la irrazonabilidad, que han intervenido en el proceso algunos de los factores desconocidos. Así, por ejemplo, la mecánica de Newton puede decidir que la influencia de la masa de los astros es despreciable a los efectos de calcular la trayectoria de un péndulo o de un sistema balístico, y no incluirla en sus fórmulas. O la humedad del ambiente, o las ondas hertzianas que cruzan el espacio contemporáneo. Lo mismo sucede con la genética mendeliana o la molecular cuando establecen los rasgos hereditarios de una generación; la astrología no comparte, como sabemos, la cláusula ceteris paribus de estas disciplinas.

 

Desde el Siglo V a. C. se conoce una manera de evaluar la pertinencia o no de un factor como causa de un cierto suceso que se investiga, y que Hipócrates, el primero en dárnoslo a conocer, menciona con las siguientes palabras: "Las enfermedades son el resultado de una amplia variedad de causas, y debemos considerar causas seguras de una afección, todas aquellas cosas cuya presencia es necesaria para que aparezca, y cuya ausencia determina su desaparición." (En: Laín Entralgo P. Historia universal de la medicina. Salvat. Barcelona. 1973.)

 

El método de Hipócrates es recogido por la filosofía en la obra de Stuart Mill, que lo menciona como "método de las concordancias y las diferencias", de la siguiente manera: Método de la concordancia:

 

"Si dos o más casos del fenómeno que se investiga tienen solamente una circunstancia en común, la circunstancia en la cual todos los casos concuerdan, es la causa (o el efecto) del fenómeno en cuestión." (En: Copi, I. op. cit. p. 426.)

 

Método de la diferencia:

"Si un caso en el cual el fenómeno que se investiga se presente y un caso en el que no se presenta tienen todas las circunstancias comunes excepto una, presentándose ésta solamente en el primer caso, la circunstancia única en la cual difieren los dos casos es el efecto o la causa, o una parte indispensable de dicho fenómeno." (En: Copi, I. op. cit. p. 430.)

 

Distintas palabras para expresar el mismo concepto hipocrático. Observemos que si bien el método permite efectivamente afirmar la pertinencia de una variable, no discrimina si en la contrastación se establece su única pertinencia, o la de su conjunción con otras variables que se desconocen de momento. La cláusula ceteris paribus está presente una vez más, pese a todos los refinamientos metodológicos. Cuando algunos resultados perturbadores parecieron contradecir las hipótesis de C. Bernard acerca del rol del páncreas y el cuarto ventrículo en la regulación del metabolismo de los hidratos de carbono, los científicos no las consideraron refutadas. Simplemente adujeron ad-hoc contra la cláusula ceteris paribus, la importancia de otros órganos en el proceso. Así, se pudo proponer y demostrar el papel de la hipófisis -no prevista por C.Bernard-, en el equilibrio de dicho metabolismo; siguieron luego experiencias similares en otras glándulas de secreción interna, en un proceso que condujo a una ampliación del conocimiento fisiológico.

 

Una vez más, la apuesta ad-hoc ahora contra la hipótesis factorial, puesta a prueba rigurosamente, juega a favor del desarrollo de la ciencia. Hipótesis auxiliares acerca del material de trabajo, hipótesis factoriales, cláusula ceteris paribus, hipótesis ad-hoc forman parte del entramado teórico que se pone en juego cada vez que el científico comprueba la corrección o la falsedad de su hipótesis fundamental, debilitando el dogmatismo del método hipotético-deductivo, para transformarlo en liberalizado. Interpuestas entre ésta y la experiencia, demoran, amortiguan el poder refutatorio de los enunciados básicos, contribuyendo en el proceso a aumentar el conocimiento humano.

 

Falta un último ingrediente en la liberalización del método: el cuestionamiento a la verdad indubitable de los enunciados básicos que conforman la base empírica de la ciencia. Ya se había establecido el carácter hipotético de las teorías científicas, así como de todo el complejo de hipótesis auxiliares que intervienen en ciencia, y con ello el falibilismo de todo conocimiento, por más sólidamente establecido que se lo considere. Es hora de llevar el falibilismo a sus últimas consecuencias, introduciéndolo también en los enunciados básicos.

 

El cuestionamiento de los hechos

 

El empirista construye su teoría del conocimiento y de la ciencia sobre la base firme de los hechos observables. Lamentablemente la inducción, herramienta lógica de su epistemología, le impide llegar hasta las leyes. Para el refutacionista dogmático, los hechos refutan a las teorías; al hacerlo arroja por la borda junto con las hipótesis falsas, porciones de conocimiento que pudieran ser válidas, e inhibe investigaciones legítimas derivadas de las hipótesis ad-hoc. El refutacionista liberalizado demuele cuidadosamente la seguridad en lo indudable de los hechos. Sin embargo, refleja más adecuadamente la actividad científica y estimula el aumento del conocimiento.

 

El hecho experimental

 

La presencia del experimento en la casi totalidad de las contrastaciones más o menos complejas altera de manera radical la sencilla "observabilidad" de los hechos, puesto que el hecho no sólo es fabricado por el diseño experimental, sino que además los resultados -los datos- son leídos a través de una teoría interpretativa, con cuyo auxilio se construyeron los instrumentos de lectura.

 

El color rojo que aparece en un papel tornasol permite leer la acidez de una orina sólo si se lo interpreta a la luz de una teoría muy simple, la que rige al mencionado papel. Menos inmediato y más complejo es el resultado que aporta un fotocolorímetro, pero el esquema es el mismo: una o más teorías nos aseguran que cierta desviación de la aguja quiere decir tal cosa, siendo tal cosa el hecho que el empirista y el refutacionista dogmático quieren ver como lo arquetípico de lo directamente observable y verificable, obviando las teorías interpretativas que llevan a asignar otro valor al rojo del papel, o al trazo del fotocolorímetro. Sea acidez o aumento de las gammaglobulinas, el dato no se encuentra en la simple observación, sino en la interpretación de lo observado.

 

Es suficiente dudar de la teoría interpretativa, o de la correcta disposición del instrumento, para poder cuestionar -ad-hoc, una vez más-, la validez de los datos expresados en el enunciado básico, transformándolo de indudable en falible, una hipótesis más, la más básica, pero hipótesis al fin.

 

Una situación quizás límite lo constituye la hipótesis de Prout, quien sostuvo en 1815 que todos los átomos están compuestos de átomos de hidrógeno -la unidad atómica de peso -, y que por lo tanto los pesos atómicos de todos los elementos puros eran múltiplos enteros del de hidrógeno. Todas las mediciones desmintieron esa afirmación durante casi un siglo, durante el cual los sucesores de Prout cuestionaron con éxito las sucesivas técnicas que permitían purificar y pesar sustancias -contribuyendo con la crítica a su perfeccionamiento-; fué corroborada recién cuando en el laboratorio atómico de Rutherford se diseñaron técnicas físicas de purificación, en reemplazo de las técnicas químicas empleadas hasta ese momento. El cuestionamiento de los enunciados básicos que refutaban a Prout, cuestionando las teorías interpretativas que permitían construirlo, duró casi un siglo. (En: Lakatos, I. Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales. Tecnos. Madrid. 1974.)

 

El hecho observable

 

El hipotético-deductivismo va a avanzar aún más en instaurar el falibilismo incluso en esta última etapa de construcción del conocimiento: la que expresan los enunciados básicos que hablan, ya no de acidez o de la tasa de fosfatasas en sangre, sino de algo mucho más simple y directo, del color rojo en el papel, o del movimiento de una aguja en una escala numérica. Los argumentos son variados y tienden a establecer que ellos también son hipótesis acerca de la naturaleza que es necesario contrastar, y por lo tanto falibles, refutables –recordemos que si no lo fueran, no serían según el criterio de demarcación, enunciados empíricos-.

 

El primero de ellos consiste en que los enunciados de observación están formulados en términos universales -conceptos-, que no pueden ser reducidos, por hablar de todos los caballos o los vasos, o el agua, a experiencias singulares por muy numerosas que sean, de la misma manera que las leyes no son un conjunto enumerable de sucesos idénticos; ambos son, lógicamente, conjuntos infinitos. Dirá Popper que los universales tienen el carácter de una teoría, de una hipótesis, ya que con la palabra "vaso" se denotan los cuerpos físicos que se comportan como se espera que se comporten los vasos, sucediendo lo mismo con la palabra "agua" o "caballo". Si el comportamiento es distinto al esperado, la hipótesis de que lo designado sea agua o vaso, se verá refutada.

 

No sólo el enunciar aquello que se observa se encuentra impregnado de teoría. La percepción misma es mediada por teorías interpretativas tan tempranamente adquiridas unas, como la escala cromática, que parecieran haber nacido con nosotros; otras, como las que hacen al conocimiento de objetos macroscópicos, son teorías muy elementales, pero sin embargo, también adquiridas, también construidas. Esto le otorga el carácter potencialmente falible que suponíamos inherente a otros niveles de conocimiento. Percepción de un color teoría visual enunciado empírico son pasos plenos de hipótesis, y por lo tanto refutables.

 

La epistemología genética de Jean Piaget apoya las afirmaciones de Popper de que incluso la percepción -ver rojo, caballo o vaso-, depende de teorías interpretativas básicas construidas mayoritariamente desde el nacimiento hasta los 6 años. Como lo expresara Popper, el conocimientocomún es hipotético-deductivista.

 

Si los enunciados básicos son hipótesis, construidos con conceptos también hipotéticos que expresan cualidades observables hipotéticas, de contrastación por lo tanto infinita, y cuya verdad nunca podrá establecerse, ¿cómo podremos usarlos para poner a prueba las leyes e intentar refutarlas? Popper piensa que en algún momento de la cadena de contrastaciones es necesario decidir que los enunciados básicos con los que pretendemos poner a prueba la hipótesis fundamental ya han sido suficientemente corroborados, y pueden ser aceptados en consecuencia como si fuesen verdaderos.

 

Esto significa que aceptar la base empírica es una convención, aunque se trate de enunciados lo suficientemente sencillos para que los científicos puedan acordar su aceptación y poner fin a la secuencia infinita de contrataciones. Es ahora, que han sido aceptados, cuando se encuentran en condiciones de corroborar o refutar la hipótesis fundamental.

 

¿Refutación?

 

Actualicemos el esquema del H-D a la luz de la red de hipótesis y teorías que hemos presentado mediando entre la hipótesis fundamental y los enunciados básicos, para explicar la racionalidad (pragmática y lógica) del científico cuando decide sostenerla pese a fallos adversos de la experiencia, sin guiarse por las normas del refutacionismo dogmático:

 

De la

 

a) hipótesis fundamental, conjuntamente con una teoría interpretativa experimental -distinta a la que pertenece la hipótesis primera- y una cláusula ceteris paribus se deduce: Una situación experimental, en cuyo montaje intervienen

d) hipótesis auxiliares acerca del material de trabajo, y a cuyo término se produce un

datos sensoriales, los que son leídos a través de una teoría interpretativa básica, y expresado mediante un enunciado básico que describe la experiencia sensorial -del tipo de "el papel viró del blanco al rojo en contacto con la orina"-, expresado median términos universales, que implican nuevas teorías, ahora lingüísticas, y que, merced a la "traducción" efectuada por la teoría interpretativa experimental, es leído como un: enunciado básico contrastador, -que afirma, por ejemplo, "la orina posee un pH ácido"- aceptado convencionalmente como verdadero, mediante el cual corroboramos o refutamos la hipótesis fundamental.

 

Se plantea entonces la siguiente situación: si el enunciado básico la corrobora, entonces la cláusula ceteris paribus no nos permite afirmar que sea la única corroborada, y los motivos lógicos expuestos anteriormente nos vedan decir que sea verdadera. Si la contradice, el falibilismo de todo el conjunto de hipótesis y teorías empleadas hace que sea razonable suponer -antes de darla por falsa- que lo refutado es alguno de los eslabones que la unen al enunciado básico.

 

Alejados ya de la simplicidad esquemática del refutacionismo dogmático, ¿qué tiene de extraño que el científico defienda su hipótesis frente a un dato de la experiencia? Es pertinente formular una pregunta, ante la visión de un edificio hipotético-deductivista en el cual lo único que permanece firme son las leyes de la lógica, que -lo sabemos-, no proporcionan información, son trivialmente verdaderas: habiendo destruido la inducción y la verificación, ¿no correremos el riesgo de perder ahora también a la refutación ahogada por el conjunto potencialmente infinito de hipótesis ad-hoc que admite en todos sus niveles? ¿Significa esto que es imposible refutar una hipótesis fundamental, y nos hundimos una vez más en el escepticismo del que creíamos escapar?


No en el refutacionismo liberalizado. En párrafos anteriores subrayamos, deliberadamente, la palabra decidir. Una decisión no es un elemento lógico, mas no por eso es arbitraria; se toma sopesando motivos, razonadamente; eliminando la subjetividad de la decisión en la discusión con otros científicos.

 

Así, es posible decidir que el enunciado básico contrastador, observacional, se encuentra lo suficientemente corroborado como para aceptarlo; decidir que el material de trabajo pasó todos los controles de calidad adecuados en forma satisfactoria; decidir que las teorías interpretativas experimentales nos proveen de resultados fiables, ya que han sido usadas y probadas anteriormente; decidir dar por demostrada la ausencia de otros factores relevantes, y recién entonces considerar refutada la hipótesis principal.

 

Decisión que compete, más que a un científico aislado, a un conjunto de investigadores que controla la secuencia experimental por medio de intercambios personales, comunicaciones públicas, repeticiones de experiencias, etc. De esta manera la comunidad científica, en su funcionamiento real, disminuye el riesgo inherente a toda decisión distribuyéndolo entre sus miembros, a través de la socialización de la discusión.

 

Con todo, las decisiones adoptadas pueden revisarse en cualquier momento a la luz de nuevas evidencias empíricas, o nuevas inquietudes teóricas, y reiniciar así un proceso de contrastación nunca cerrado definitivamente, como lo muestra de manera reiterada la historia de la ciencia.

 

Más allá del refutacionismo

 

Una enigmática frase de Claude Bernard al final de su narración de la experiencia –frustrada en un comienzo- de provocar diabetes artificial a un conejo mediante la punción del cuarto ventrículo, nos colocará al límite del refutacionismo, sea dogmático o liberalizado. Decía C. Bernard refiriéndose a dicha frustración: "Los hechos negativos, cuando se consideran aisladamente, nunca nos prueban nada, nunca pueden destruir un hecho positivo". (Bernard,C. op. cit. p. 213.)

 

Evidentemente, lo que llama hecho negativo es un enunciado básico refutatorio. Si leemos a la luz de estas reflexiones el retraso de Saturno, que refutaba aparentemente a la teoría de Newton -sólidamente asentada en infinidad de "hechos positivos", resultados confirmatorios en todos los campos de la mecánica-, era natural que los científicos buscaran otra explicación al suceso que excluyera la falsedad de la teoría newtoniana, lo que condujo al descubrimiento de Neptuno.

 

Añade a continuación: "Un hecho crudo no es científico, y un hecho cuya causalidad es irracional debería ser expulsado de la ciencia." (ibid. p. 218.) Aunque no ignora la existencia de estos hechos, los califica de incomprensibles mientras no muestren las condiciones que los determinan, so pena de caer "en el reino de lo indeterminado, a saber de lo oculto y maravilloso", con lo que el razonamiento experimental "estaría continuamente detenido o inevitablemente llevado al absurdo". ¿Qué quiere decir C. Bernard con "hecho crudo"? Aquel cuya causalidad se ignora. Sólo pertenece a la ciencia, entonces, cuando se conoce a qué ley obedece, y ésta debe ser, necesariamente, otra distinta a la que refuta.

 

En síntesis: un hecho refuta una hipótesis cuando es consecuencia observacional de otra hipótesis. Lo que refuta una hipótesis es otra hipótesis, a través de enunciados básicos que la corroboran. Así, un mismo hecho refuta a la primera, mientras corrobora a la segunda. Esta situación ha recibido el nombre de experiencia crucial, puesto que permite decidir entre dos hipótesis alternativas acerca del mismo campo de estudio. Popper concuerda totalmente con este punto de vista, y le da una vuelta de tuerca cuando compara teorías complejas como las de Newton y Einstein. No bastaba que una explicara un fenómeno mientras que la otra fallaba en hacerlo, como sucedía con el adelantamiento del perihelio de Mercurio, que refutaba a la primera, siendo un resultado natural de los cálculos de la segunda. Debía tener mayor contenido empírico, explicar sucesos en un rango de fenómenos más amplio. Fue necesario que la teoría de Einstein predijera la incurvación de los rayos lumínicos cuando pasan cerca de una masa gravitatoria considerable, hecho no previsto por la teoría newtoniana, y que fuera corroborado en el curso de la experiencia que marcó a Popper en 1919. Lakatos dirá que el juicio no se emite en el momento del choque crucial entre teorías, sino que es diferido hasta contemplar más de la evolución de ambas, demorando históricamente el reemplazo de una por otra. Lo que en principio no se considera una experiencia crucial, llega a serlo cuando se contempla retrospectivamente el desarrollo de las teorías. Aunque quizás nos encontremos aquí no en el límite del hipotético-deductivismo, sino por fuera del mismo, donde no nos acompaña el pensamiento de Popper o de C. Bernard. Hemos pasado, casi inadvertidamente, de la contrastación de hipótesis aisladas –para el que parecía especialmente diseñado el refutacionismo liberalizado-, a la contrastación de hipótesis alternativas y luego a la elección entre teorías más amplias con desarrollos que abarcan numerosos rangos de fenómenos que las corroboran o las desafían.

 

Sus evoluciones en el tiempo y el reemplazo de unas por otras comienzan a ser impensables incluso en el marco del hipotético-deductivismo más liberalizado. Nos encontramos en este momento en una inflexión dentro de la filosofía de la ciencia que marca el cambio de la problemática iniciada por el neo-positivismo a una nueva manera de entender la actividad científica: el avance de la ciencia como desarrollo de paradigmas, estrategia de reflexión inaugurada en 1962 por Thomas Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas, que cierra un capítulo brillante de la historia, para iniciar otro.

 

El lenguaje de la ciencia según Popper

 

En el capítulo correspondiente, había presentado el lenguaje de la ciencia. Se presentaba como un proceso constructivo que iba desde lo más elemental, los términos, a las leyes. En el presente capítulo se sintetiza la concepción del lenguaje de la ciencia de Popper, y sus profundas diferencias con la versión neo positivista.

 

Iniciemos una breve recapitulación de los elementos de esta última, para que nos sirva de punto de partida para que en la comparación sea más evidente la originalidad del pensamiento de Popper. Según el neo positivismo, el lenguaje consta de:

 

Términos.

i. lógicos

ii. empíricos: observacionales - teóricos

Con ellos se construyen enunciados.

 

Enunciados

Nivel I: cuantificado para uno o algunos, con términos observacionales. Es el nivel de los datos o de la muestra

 

Nivel II: cuantificado universalmente -todos- con términos observacionales. Es el nivel de las leyes observacionales.

Nivel III: cuantificado universalmente, con términos teóricos. Es el nivel de las leyes teóricas (puras)

 

Reglas de correspondencia: conectan el lenguaje teórico con el observacional. En esta sucinta caracterización del lenguaje de la ciencia según el neo positivismo, advertimos

que se construye siguiendo su postura epistemológica empirista e inductiva. La diferencia entre términos observacionales y teóricos es empirista -se observa o no-. Los niveles se construyen de tal manera que de los datos se llega a las leyes –criterio inductivo-.

 

Al menos los datos son verificados por la observación -criterio empirista- Popper, que no es empirista ni inductivista, necesariamente tenía que presentar otra concepción del lenguaje de la ciencia. Comienza, entonces, no por el camino empirista, ascendente desde enunciados observacionales a leyes, sino a la inversa, por las leyes, a las que denomina:

 

ENUNCIADOS UNIVERSALES

 

1. Estrictamente universales

 

2. Numéricamente universales

 

Los estrictamente universales no pueden ser traducidos por un número finito de enunciados singulares y es verdadero en todo tiempo y lugar (difiere su caracterización de los enunciados cuantificados universalmente de los Niveles II y III, en la notación lógica “(x)” que refiere a todos los elementos de una clase determinada por “x”, y que según Popper se adoptaeste criterio desde el neo positivismo es propuesta para la técnica de la inferencia -inductiva-.

 

En los estrictamente universales no aparecen nombres individuales. Tienen la característica de ser refutables, pero no verificables. La negación de un enunciado estrictamente universal equivale a la negación de un enunciado estrictamente existencial, y viceversa. Lo que quiere decir es que las leyes, más que afirmar algo, se comportan como sabemos que lo hacen las leyes, prohibiendo un cierto estado de cosas. Uno de los ejemplos que menciona es: “No existe una máquina de movimiento perpetuo.”

 

Los numéricamente universales, cuyos miembros pueden enumerarse y corroborarse si lo que predicada de ellos es así. La ciencia trata de los primeros, no de los segundos. Esta división entre los enunciados universales, dejando fuera de la ciencia en razón de estructura lógica a los numéricamente universales, da solución a un problema que quizás todavía no se había planteado, y que era el siguiente:

 

Si la forma lógica de una ley es : (x) ( Qx entonces Px) no se puede distinguir entre una ley tal como “todos los cuerpos se dilatan con el calor”, y el enunciado “todas las herramientas de la caja de Juan están oxidadas”, que posee la misma forma lógica, pero no es una ley científica.

 

Se la llamó generalización accidental, y diferenciarla generó innúmeras discusiones y artículos. Uno de los intentos es el de afirmar que una ley científica apoya un contrafáctico ... sin que a ciencia cierta pueda todavía determinarse la índole de los contrafácticos. Uno de los autores más conocidos, Lewis, apela a mundos lógicamente posibles en los que en uno funciona, en otros, no, etc. Un mundo lógicamente posible es aquel en el que no se viola el principio lógico de no contradicción. No me voy a detener en los detalles de la propuesta, pero convengamos con Carnap que mundos lógicamente posibles hay infinitos -como bien lo ilustra la literatura-, pero mundo de la experiencia es uno sólo, y es en este mundo en el que debemos saber si el enunciado general para las herramientas de Juan es una ley científica, como lo indica su forma lógica, o si no lo es, aunque tenga esa forma.

 

La distinción de Popper entre enunciados universales hace que la caja con herramientas oxidadas no presente ningún problema para la filosofía de la ciencia y su lenguaje Una reflexión adicional. Para Popper, cuyo criterio de cientificidad es la refutabilidad, no hay duda que los enunciados estritamente universales lo son.

 

En cambio, los numéricamente universales son -potencialmente- verificables, y no refutables. Este es el motivo por el cual desde el empirismo puede pensarse que son científicos, y tratar de diferenciarlos de las leyes propiamente dichas. Su criterio de cientificidad es la verificación y por ende su generalización vía inducción. Algo impensable para Popper.

 

ENUNCIADOS EXISTENCIALES

 

De la forma existe un x tal que ...., tienen la característica que son verificables -si se encuentra el tal x- y no refutables, dado que al igual que los estrictamente universales legislan para todo tiempo y lugar. Popper los caracteriza como enunciados de “hay ...”

Según la propia propuesta de Popper, no son científicos, pero juegan un lugar importante en la ciencia -existe una sustancia que cura el cáncer, puede no ser científica, pero guía las investigaciones-. Y como vimos, también en el método científico popperiano.

 

ENUNCIADOS BASICOS

 

Los enunciados básicos se deducen de los universales sólo si están acompañados de condiciones iniciales, Son el equivalente de los enunciados observacionales del neo positivismo, el lenguaje básico que pone a prueba la hipótesis. Pero al no ser empirista, su caracterización no puede ser que refieran a objetos y/o propiedades

observables.

 

Popper los caracteriza no diciendo que refieren a observables, sino que poseen la propiedad lógica de la observabilidad. Agrega a la enunciación ya conocida, las características de tiempo y lugar del suceso, y al menos un nombre de individuo. Mientras que se definían como enunciados que referían a un individuo o a varios con propiedades observables -lo que no indica cuando ni cómo- Popper estipula que sucederá en tal tiempo y lugar, y eso lo hace observable, se lo observe o no, lo haga una persona, o sea registrado por un instrumento. Los telescopios actuales registran una placa fotográfica, pero no hay nadie que observe los astros. La placa a su vez posee la característica de la observabilidad, pues está allí para observarse, se lo haga o no. (Popper atribuye a Winston Churchil la distinción del registro de lo observable por medio de instrumentos).

 

Esta observación final -no es lo mismo observación que enunciado de observación- para ser objetiva debe ser intersubjetiva. Afirman que un evento dado acontece en un espacio tiempo individual. Estos enunciados básicos son, como podían ser de otra manera dentro de la metodología hipotético deductiva, hipótesis que pueden ser refutadas. Una vez más, difiere Popper de la terminología neo positivista cuando tiene que caracterizar a los términos con los que se forman las leyes. Recordemos que los enunciados estrictamente universales -las leyes- son aquellos formados por términos universales.

 

Al igual que los enunciados estrictamente universales, los términos universales no pueden ser agotados por ningún número de eventos. Cuando decimos que algo es agua, es porque suponemos que se comportaría -si lo pusiéramos a prueba- como lo hace el agua. Podríamos estar equivocados, y ser vodka, o peor, lavandina, como de hecho sucede en accidentes caseros. Son hipótesis, como las leyes. Otra distinción que establece Popper poco más adelante, es que los universales son disposicionales.

 

Por disposicionales se entiende que poseen la capacidad de comportarse de cierta manera, pero sin que esto ocurra por el momento. El azúcar es soluble; pero no está disuelta; el vidrio es rompible, pero no está roto. Lo que dice Popper, es que un hueso es rompible, pero no está roto hasta que no se pone de evidencia que lo está (pensemos en alguien que actúa en ante un accidente). Si ahora volvemos al ejemplo del agua, cuando pensamos que Borges toma agua en sus conferencias -en realidad, lo hacía antes de darlas- estaríamos equivocados, el vaso contiene ginebra, lo que Borges toma, como buen porteño de su tiempo. No sólo es una hipótesis, algo que ya comentamos. Le atribuimos al agua la disposición de tener tales o cuales características. Ambos argumentos convergen en la propuesta de considerar hipótesis a los universales.

 

LOS NOMBRES INDIVIDUALES

 

Son indispensables en la concepción de lenguaje de Popper para distinguir a los enunciados básicos, a los que caracteriza porque contienen términos de individuos, y a estos últimos porque en su definición sin indispensables nombres propios.

 

Ese es Bachín, mi perro (podría agregar, para construir un enunciado básico) ese que juega en el jardín. Aquí Bachín es un nombre individual. Pero si le enseño a Agus mi nieto la palabra perro, y le muestro a Bachín, Bachín ya no es un nombre individual, sino el miembro de una clase, la de los perros. Enseño a Agus el universal perro.

 

El ejemplo cambia las palabras del ejemplo de Popper porque me es más grato hablar de Agus, y por supuesto de Bachín, que del perro Lux de Popper. Popper sabe mucho antes de que diera sus ejemplos Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas, que las palabras se aprenden señalando lo que llama ejemplares paradigmáticos. Tampoco sirven para caracterizar a los individuos sus descripciones, que parecerían pertenecerle sólo a ellos, pues describiría a la clase de todos todos los individuos con tales o cuales propiedades y relaciones.

 

LOS ENUNCIADOS BASICOS COMO HIPOTESIS

 

Si los enunciados básicos que ponen a prueba una teoría son hipótesis, quiere decir que pueden ser refutados. Esto ya lo habíamos visto en el capítulo anterior. Voy a agregar algo más, que completa la concepción del lenguaje de Popper. En un apartado, Popper nos dice que lo que sucede en el mundo no puede refutar un enunciado, por el motivo que son ontológicamente diferentes. Las palabras difieren de las cosas (diremos que afirmar que coinciden es una de las características del idealismo). La palabra piedra no se puede comparar con una piedra. La palabra piedra dicha es una vibración, escrita es un conjunto de letras sobre un papel. La piedra es sólida y mucho más pesada que que las vibraciones o el papel. Las letras, cuya materialidad es la tinta, es todavía más liviana. La palabra redonda no es redonda. Si digo el papel está sobre la mesa, la palabra papel no está sobre la palabra mesa. Si esto es así, ¿cómo se puede refutar un enunciado? Popper acota: lo único que puede refutar un enunciado es otro enunciado. Por lo tanto, si quiere refutar mi enunciado, construya otro que sea refutatorio. Y presente las evidencias del caso. Si son convincentes, podemos aceptar que mi enunciado ha sido refutado. Si no lo son, aceptamos convencionalmente el mío. Como en el sistema jurídico, lo aceptamos a la luz de las evidencias disponibles. Pero si aparecen nuevas evidencias, podemos revisar el acuerdo, y cambiarlo.

 

Puntualicemos que la posición de Popper constituye un rechazo de la concepción semántica de la verdad que viene desde Aristóteles (la verdad es decir de lo que es que es, y de lo que no es, que no es) por la cual de la comparación entre lo que se dice y lo que es establere la verdad o falsedad de lo dicho. Popper -así como otros filósofos- hizo notar sus dificultades, y sin presentarla por completo, nos habla de una concepción alternativa de la verdad, la visión coherentista de la verdad. El conocimiento consta de un conjunto de enunciados compatibles entre sí (esta versión tampoco es completa), sin que haya alguno que sea contradictorio. Si se admite alguno que lo sea, reemplaza a otro (s), y el conocimiento sigue siendo coherente.

 

Terminamos aquí con Popper. Al menos el Popper que prefiero. El Popper de origen socialista, solidario con sus colegas neo positivistas al punto de ir a Nueva Zelanda y no a Inglaterra cuando debieron huir del nazismo para dejarle su lugar a su colega Waisman; el que publica La sociedad abierta y sus enemigos como su contribución a la lucha antitotalitaria (se comparta o no lo que dice); el hipotético deductivista y falibilista duro, sin lugar para la metafísica en la filosofía de la ciencia, rechazando la concepción semántica de la verdad y las teorías del significado provenientes de Frege.

 

El de la no determinación del curso de la historia. En honor a la verdad (sea esto lo que sea, aunque sospecho que aquí es un simple recurso retórico) debo decir que a medida que pasan los años, Popper cambia, y no para mejor, como los buenos vinos. Acepta la concepción semántica de la verdad. Deviene junto con Hayeck uno de los principales fundadores del neo liberalismo. Adscribe a las posiciones metafísicas, idealistas de Hegel y Frege, continuándolos en la ciencia al postular un Tercer Mundo ideal donde moran las teorías y el conocimiento científico. Me quedo, y espero que ustedes disfruten tanto como yo la aventura de conocer el pensamiento de un filósofo original, audaz, que por añadidura escribe con buen estilo. El Popper que llega aproximadamente hasta los años 40, y no lo desestimen porque hubo otro, del mismo nombre, que usurpó su lugar y con el que no coincidimos en absoluto.






Fuente: Lorenzano, C. (2014). "Estructura y métodos de la ciencia". Buenos Aires, E-Book. Bajar este texto y otros del autor desde la dirección: https://untref.academia.edu/C%C3%A9sarLorenzano

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