EXTRACTO del libro "Estructura y métodos de la ciencia" del Dr. César Lorenzano
El hipotético-deductivismo
es una de las más -sino la más- influyente filosofía de la ciencia de nuestros
tiempos. No sólo fue aceptado como un fértil punto de vista por una comunidad
filosófica que produjo bajo su influencia innúmeros escritos, y lo expuso desde
distintas perspectiva en congresos y reuniones, sino que devino asimismo el
método standard, habitual de la ciencia; la manera canónica, aceptada y
sancionada de presentar tanto los proyectos de investigación, como los informes
una vez concluidos.
Alcanzó esa posición
merced a la resolución de una manera a la vez audaz y rigurosa de los problemas
más hondamente sentidos por científicos y filósofos interesados en ciencia. Dichos campos problemáticos
eran, sobre todo:
i. el criterio que
permitiera separar a la ciencia de otras actividades intelectuales a las que estuviera
íntimamente ligada, tales como la religión, y la filosofía, y de las que debió
deslindarse para preservar su desarrollo autónomo. A éste se lo conoció como el
problema de la demarcación.
ii. el método que permitiera
justificar la corrección de las afirmaciones centrales de la
ciencia, las leyes. Este fue
llamado el problema de la justificación.
Para resolverlos, el
hipotético-deductivismo devino una visión completa, coherente de la ciencia, el
conocimiento común, y la historia de la ciencia, superando el marco
exclusivamente metodológico.
Suele fecharse su aparición
en 1934, cuando Karl Popper edita en Viena La lógica de la investigación científica.
(Logik der Forschung. Julius Springer Verlag. Viena. Con piede imprenta
"1935". Fue más conocida la versión inglesa, The Logic of
Scientific Discovery. Hutchinson & Co. Londres. Basic Books
Inc. Nueva York. 1957. Versión
española: La lógica de la investigación científica. Tecnos. Madrid. 1962.) Popper
establece una distinción entre las formas en que se llega a postular una
hipótesis-problema atinente a la historia de la ciencia, la psicología, la
sociología, o la biografía del científico-, de los procedimientos destinados a
ponerlas a prueba. Las asimila a las oposiciones kantianas entre cuestiones que
hacen a los hechos -jus facti- y las que hacen a las normas -jus juri-. Declara
que las primeras no poseen reglas, y por lo tanto no son susceptibles de
tratamiento lógico.
En cambio, sí es posible con
los métodos empleados en las contrastaciones a las que deben someterse. La
terminología más conocida es la de Hans Reichenbach, quien los llama contexto
de descubrimiento y contexto de justificación. Es menos conocido que el método
hipotético-deductivo fue explicitado por Claude Bernard usando incluso la misma
terminología unos setenta años antes que Popper. El hecho de que lo hiciera un
científico en un libro dirigido a científicos, con un título tan poco atractivo
para filósofos como Introducción al Estudio de la Medicina Experimental
contribuyó sin duda a que fuera casi -por no decir totalmente- desconocido en
los medios filosóficos, incluyendo en ellos al mismo Popper. (Bernard,
Claude. Introducción al estudio de la medicina experimental. París. 1865. Hemos
utilizado la edición de: El Ateneo. Buenos Aires. 1959).
Sin duda fue éste un factor
decisivo para que se le atribuyera la paternidad del hipotético deductivismo a
Popper, aunque la obra de Claude Bernard no fuera la de un pensador aislado y
luego olvidado.
Por el contrario, tuvo la
más amplia difusión entre investigadores médicos, fisiólogos, biólogos, bioquímicos,
guiándolos metodológicamente prácticamente hasta nuestros días, a más de cien
años de su muerte. Incluso desde campos alejados de lo biológico se lo cita
como un punto de referencia insoslayable.
El ejemplo más notable es el
del sociólogo contemporáneo Pierre Bourdieu, quien pese a escribir una de las
obras más densas de fundamentación de las ciencias sociales, además de vastas
investigaciones empíricas, no puede eludir a Claude Bernard cuando fija su
propia posición. Dice: (La fotografía. Un arte intermedio. Nueva Imagen.
México. 1979. p. 16) que la ciencias sociales debieran tomar ejemplo del
rigor de C. Bernard, siguiendo sus prescripcioones metodológicas.
Dejaremos de lado otros
antecesores del hipotético-deductivismo, menos acabados en su concepción, menos
cercanos a Popper, menos influyentes u olvidados, como Fresnel, Hartley, LeSage
o Whewell y centraremos nuestro relato en la obra de Popper, con algunas
referencias a Claude Bernard. (Ver: Fresnel, Augustin. Memoire sur la
diffraction de la lumiere. París. 1819. Hartley, D.Observations of man, his frame, his study, and his
spectations. Londres. 1791. LeSage, G. Varios escritos , y la recopilación y
comentario de su obra en : Prevost, P. Notice de la vie et des ecrits de
George- Le-Sage. Génova. 1804. Whewell,
William. Philosophy of the inductive sciences founded upon their
History. Londres. 1847. Pueden encontrarse
otras precisiones históricas sobre antecedentes del hipotético-deductismo en la obra
de Larry Laudan: Laudan, Larry. Science
and Hypothesis. Historical Essays
on Scientific Methodology. Reidel Publishing Co. Dordrecht. Boston. Londres. 198l.)
El clima social e
intelectual en que aparece la obra de Popper
Es casi innecesario recordar
que la Viena de principios de siglo en que se gesta el hipotético-deductivismo
era un hervidero de nuevas ideas científicas, culturales y sociales. Es la
ciudad de Sigmund Freud, y también de su adversario psicoanalítico, Alfred
Adler. De Arnold Schoenberg cuando impulsa la música moderna. De Ernst Mach,
quien critica la mecánica de Newton y enseña filosofía e historia de la
ciencia. Es la ciudad socialista, que experimenta en todos los campos
culturales, sitiada y finalmente tomada por el nazismo.
En ella, alrededor de 1923,
se nuclean en el seminario que dirige Moritz Schlick, continuador de la cátedra
de Ernst Mach, figuras como Rudolf Carnap, Herbert Feigl, Otto Neurath, Victor
Kraft, Friedrich Waissmann, o Kurt Gödel. Cercanos a las ideas que allí se
desarrollan, y en ocasiones inspirándolas, son miembros del seminario aunque no
vivan en Viena, F. Ramsey, H.Reichenbach, Karl Hempel, Bertrand Russell y el
mismo A. Einstein. Científicos, filósofos, lógicos, matemáticos de primera
línea que reflexionan acerca de la ciencia, su estructura, y su función en el
mundo.
Un manifiesto marca su
aparición pública como movimiento filosófico que pretende la hegemonía de su
campo. Karl
Popper Se
titula: La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena. Será la
exposición doctrinaria del movimiento epistemológico que se conoce como
neo-positivismo o empirismo lógico, pues añadía a la firme creencia de que todo
conocimiento entra por los sentidos – continuando el empirismo de Hume, J.S.
Mill, y Mach-, la noción de que su estructuración tenía la impronta de la
lógica matemática de Bertrand Russell. Su visión de la ciencia se encuentra fuertemente
influida por el Tractatus de Wittgenstein, también vienés como ellos. (Ver: "Wissenchaftliche Weltauffassung: Der Wiener Kreis". ("The
Scientific Conception of the World: The Vienna Circle"). En:
Neurath Otto. Empiricism and Sociology. Reidel Publishing Co. Boston. 1973. pp. 299 a 318.
B. Russell y A.Einstein, aunque no vivían en Viena, mantenían una estrecha
relación con el Círculo, y firman el Manifiesto. Puede leerse
como introducción a los principales temas del neo-positivismo, además del
Manifiesto: Ayer, A.J. Languaje, Truth and Logic. Gollancz. Londres.
1936. Edición española: Lenguaje, Verdad y Lógica. Martinez Roca.
Barcelona. 1971. Ayer,
A.J. (ed.) Logical Positivism. The Free Press of Glencoe. Chicago. 1959. Edición española: El
positivismo lógico. F.C.E. México. 1965. Wittgenstein, Ludwig. Tractatus
Logico-Philosophicus. Alianza Universidad. Madrid. 1973).
En este medio social,
cultural, filosófico se gesta el hipotético-deductivismo de Popper, quien en
l919, con apenas 17 años, asiste asombrado al éxito de las predicciones de Einstein
acerca del comportamiento de la luz al acercarse a un fuerte campo gravitatorio,
predicciones que fueron corroboradas durante un eclipse solar por dos
expediciones científicas británicas que se instalaron en sitios geográficos
distantes uno del otro. El episodio, por lo inusual y espectacular, fue
comentado por la prensa de todo el mundo, marcando para siempre al joven Popper,
quien encuentra en este rigor que lleva a someter a prueba una teoría
científica, enfrentándola a las condiciones más estrictas que pudieran
refutarla, y salir airosa, el signo distintivo de la ciencia, aquello que la
separa de lo que no lo es. Aunque había simpatizado con el socialismo y con el
marxismo, compara desfavorablemente la actitud de los seguidores de Marx, y
también de Freud y Adler, con la arriesgada apuesta de Einstein. Mientras los
primeros veían en cada suceso -fuera el que fuese- una corroboración de sus
teorías, sin que imaginaran siquiera que alguno de ellos pudiera
contradecirlas, éste indica taxativamente las condiciones en que las
consideraría refutadas. Acababa de encontrar el núcleo central de su teoría de
la ciencia, el que le permitirá separar ciencia de pseudociencia, entre las que
engloba al marxismo y al psicoanálisis.
Continuará desarrollando su
pensamiento dentro de estos grandes carriles directivos, para culminarlo en
1934, con la publicación de su libro. Corría el año 1926 cuando, con sus
posiciones epistemológicas ya maduras, comienza a relacionarse -y a discutir
intensamente- con el Círculo de Viena, con el que se siente tan afín en
intereses y tan distante teóricamente. Sus miembros tenían, como es natural, su
propia respuesta a los grandes interrogantes que mencionáramos anteriormente.
A la pregunta de qué separa
a la ciencia de otro tipo de propuestas que pretenden generar también
conocimiento, contestan trazando una línea de demarcación: el criterio de
verificación. Los enunciados de la ciencia deben ser verificables por la experiencia,
por los sentidos.
En verdad, la demarcación se
da entre enunciados con significado -los verificables-, y los no significativos
o sin sentido -los no verificables-. De tal manera, la ciencia -y los
enunciados empíricos en general- poseen sentido. Por fuera de la cientificidad,
de la significación, sitúan a la metafísica, sosteniendo que al no ser
verificables, sus enunciados carecen de sentido.
Lo hacen oponiéndose -en el
contexto de una gran disputa filosófica que se da a comienzos de siglo- a la
postura que pretende crear conocimiento válido de la realidad basada sólo en las
construcciones -los desvelos- de la razón. El propósito de fundamentar el
conocimiento con el mayor apego posible a la experiencia -tomando como modelo
del mismo a la ciencia-, los lleva a adoptar un empirismo estricto, combinado
con el rigor constructivo y analítico de la lógica.
A la pregunta de qué manera
procede la ciencia para justificar lo que dice -sus enunciados-, contestan: por
experiencia directa si son acerca de hechos, por inducción a partir de éstos si
son leyes. Del mismo contexto teórico del neo-positivismo surgían las
dificultades que afrontaban ambas respuestas.
Con respecto a la
verificabilidad, era evidente que las leyes no podían ser verificadas, puesto que
era imposible constatar que algo ocurriera para todos los casos, en todo tiempo
y lugar, como éstas lo expresan. (Recordemos que la forma más común de una ley
científica es : (x) (Px → Qx) "Para todo x,si le
sucede p, entonces le sucederá q"; un ejemplo que usaremos más adelante
dice: "Para todo animal con páncreas, si se lo extirpa, entonces
desarrollará diabetes.") Paradójicamente, lo más característico de la
ciencia, sus leyes, caían por fuera de la cientificidad.
La inducción se encontraba
bajo el fuego de las objeciones de Hume -uno de los autores favoritos de los
neo-positivistas-,quien la encuentra injustificada, con argumentos que sonaban irrebatibles.
Como muchos inductivistas lo advirtieron, era consciente, además, de que la inducción
no conducía hacia la Verdad. B. Russell hará notar que si el procedimiento
central en las teorías empiristas del conocimiento -la inducción- es
injustificado, entonces no habría motivos valederos para oponerse al escepticismo
más extremo. No podría erigirse en basamento para una concepción científica del
mundo. (Popper atribuye el arraigo de la errónea teoría inductiva de la
ciencia a que los científicos debían demarcar su actividad de la
pseudociencia, como también de la teología y de la metafísica, y habían
tomado de Bacon el método inductivo como criterio de demarcación. Encontraban
en él, y en el empirismo, una fuente de conocimiento comparable en
fiabilidad a las fuentes de la religión de las que acababan de
separarse. En: op. cit. p. 105. Para la crítica de Hume a la inducción,
véase: Hume, David. Tratado de la Naturaleza Humana. Paidós. Buenos
Aires. 1974.)
Estimando a la ciencia tanto
como lo hacía el neo-positivismo, Popper supera los inconvenientes apuntados al
apartarse radicalmente de sus propuestas. Dirá que la demarcación no separa lo
que posee significado de lo que no lo tiene, y por consiguiente a la ciencia de
la metafísica, sino a la ciencia de la pseudociencia. Al contrario de lo
sostenido por el neo-positivismo, afirmará que los enunciados de la metafísica
son habitualmente comprensibles -poseyendo por lo tanto sentido-, y que sus
especulaciones en más de una ocasión han mostrado ser valiosos antecedentes
conceptuales de teorías científicas maduras.
Por consiguiente, la
metafísica, en vez de ser opuesta a la ciencia, puede ser incluso su precursora.
Además, era obvio que el criterio confirmacionista de la inducción no permitía
sortear el duro escollo que suponen para el auténtico conocimiento las
pseudociencias.
Su propuesta será, en
consecuencia, anti-empirista, anti-verificacionista, anti-inductivista. El
conocimiento científico, en el sentir de Popper, es refutacionista e
hipotético-deductivista, configurando lo que llamó racionalismo crítico. Sólo
podrá avanzar si intenta refutar seriamente las teorías que propone la razón en
respuesta a problemas interesantes, deduciendo aquellas situaciones que la
ponen a prueba con más dureza. Son conjeturas, hipótesis que permanecen como
tales hasta que son refutadas.
Debieron haber sido tan
inusuales las posturas de Popper en sus inicios -aunque ahora parezcan casi
lugares comunes-, que relata que la primera vez que las expuso en una reunión de
la Aristotelian Society de Londres en 1936, el auditorio las tomó por una broma
o por una paradoja, y estalló en carcajadas, según lo narra en su
autobiografía. (op. cit. pp. 147 y 148.) Su respuesta lo es tanto
de un criterio de demarcación, cuanto de cómo la experiencia limitada del ser
humano dice algo plausible acerca de las leyes, que van más allá de toda
experiencia para extenderse a aquello desconocido, lo que sucederá, o lo que se
encuentra distante en el tiempo o el espacio.
Pero por encima de ello,
permite entender lo que para Popper constituye el mayor desafío a una
epistemología de la ciencia: las condiciones que hacen al incremento del
conocimiento. Gran parte de su encanto intelectual reside en la provocación
implícita de acentuar los aspectos negativos de la actividad cognoscitiva,
contra las evidencias del sentido común y lo aceptado por los científicos desde
los lejanos días en que Bacon demarcara con la inducción a las ciencias
naturales de la religión. Sus puntos de vista terminan siendo aceptados por
varios miembros del Círculo de Viena, entre ellos Carnap y Hempel, ya hacia
1932. (El acuerdo de estos autores con Popper puede leerse en: Carnap,
Rudolf. Philosophy and Logical Syntax. Kegan Paul. Londres. 1935. Hempel, Karl.
Erkenntnis, 5. 1935. esp. pp. 249-54.) Victor Kraft, rememorando la época, dice que para entonces
Popper había reemplazado a Wittgenstein como principal influencia en el
Círculo. (Kraft, Victor. Popper and the Vienna
Circle. En: Schilpp, P.A. (ed.) op. cit.).
El nazismo, que obliga a los
intelectuales vieneses a emigrar -o morir-, y sobre todo el destino de Popper
en la lejana Nueva Zelanda, tan incomunicada que una simple carta demoraba cerca
de tres meses en llegar a Estados Unidos o Europa, pesa sobre la suerte del
hipotéticodeductivismo.
Se lo conoce durante años
fundamentalmente en la versión de los miembros del Círculo de Viena, quienes
emigrados al mundo anglosajón, adquieren un peso preeminente en sus universidades
más prestigiosas. Al difundirlo, ellos lo tiñen con sus propias concepciones,
entre las cuales la inducción sigue siendo central, ahora bajo la forma de
apoyo inductivo a las hipótesis, que asimilan a menudo al cálculo
probabilístico.
El confirmacionismo y el
empirismo de los que renegara Popper, se cuelan en el hipotéticodeductivismo. Ya de regreso a Europa
continuará su lucha teórica con el neo-positivismo desde la London School of Economics,
reafirmando que las hipótesis no se confirman, sólo se refutan, que la inducción es un mito
inncesario para la ciencia, y que el empirismo es una doctrina epistemológica errónea.
Para ese entonces, La lógica
de la investigación científica estaba casi olvidada, y su primera versión
alemana prácticamente inencontrable. Edita, para hacer conocer el centro de sus
intereses filosóficos, una versión inglesa en fecha tan tardía como 1957.
Tiempo sobrado para que se propagara el mito de un Popper positivista, y que su
metodología se confundiera con la del Círculo de Viena.
Curiosamente, idéntico
equívoco con respecto al primer positivismo ocurriría con la obra de C.
Bernard: fue calificado de positivista, sin que aparentemente se advirtieran
las facetas hipotético-deductivas de su pensamiento. (Popper, Karl. The
Logic of Scientific Discovery., Hutchinson & Co. Londres, Basic Books, Inc.,
Nueva York. 1957.)
Pero esto, parafraseando a
Kipling, es sólo historia. Sólo contexto de descubrimiento. Aunque iluminador
de ciertos aspectos del hipotético-deductivismo, sabemos que el conocimiento de
la génesis no reemplaza al de la teoría acabada, sus interrelaciones, sus
peculiaridades. Es hora de que hablemos de su estructura conceptual, de las
razones epistemológicas que lo sustentan -su razonabilidad teórica-, y de su
adecuación al campo específico al que se dirige, la ciencia y su desarrollo,
-es decir, su razonabilidad empírica-. Presuponemos que la filosofía de la
ciencia consiste en teorías sobre la ciencia –interpretaciones sobre la
ciencia, diría Moulines-, que se comportan con respecto a su propio campo de
aplicaciones de manera similar a la ciencia con el suyo. En este contexto es
natural que describamos a la ciencia como su terreno "empírico" de
justificación. El hipotético-deductivismo sobrevivirá si resiste la crítica
teórica de otras concepciones de la ciencia, y la crítica empírica de su
adecuación a la ciencia. Mencionamos especialmente el desarrollo de la ciencia,
tal como lo querría Popper, quien insiste siempre en que su principal
preocupación no es tanto cuál es la estructura de la ciencia -la ciencia
acabada-, cuanto su evolución, el aumento del conocimiento.
La estructura del método.
I. El Método HD
simple
La estrategia que seguiremos
será la de presentar un modelo simplificado del método hipotético-deductivista
-o dogmático-, en el que aparecerán nítidamente todos sus elementos
constitutivos, para presentar a continuación un modelo más complejo -o
liberalizado-, más ajustado a la actividad científica.
Debemos a Lakatos la
estrategia de presentar al hipotético-deductivismo en dos etapas. Contrariamente
a lo que podría creerse de cierta lectura de Lakatos, pensamos que el modelo simplificado
no es una mala imagen del hipotético-deductivismo. Por lo contrario, en él aparecen
con toda su fuerza los argumentos centrales de Popper -y por cierto, también
los de Claude Bernard-. Es solamente eso, un modelo reducido, que explica
ciertos aspectos del conocimiento científico, pero en el que puede demostrarse
fácilmente que deja de lado otros que son fundamentales. Es necesario
completarlo, haciéndolo más complejo, para que abarque las facetas más significativas
del quehacer científico.
Recordemos el esquema del
método inductivo, con el propósito de introducir, por oposición, los supuestos
básicos del hipotético-deductivismo, a la manera en que Popper nos cuenta que
escribió su Lógica del descubrimiento. (Búsqueda sin término. p. 112.)
Se parte de observaciones
expresadas mediante enunciados observacionales, que describen un cierto estado
de cosas. La reiteración de un número suficientemente grande de casos en los
que sucede E permite, por inducción, llegar a enunciados generales -leyes o
teorías-, L del esquema. La ciencia, entonces, comienza por los hechos, para
llegar a las leyes.
El hipotético-deductivismo
invierte radicalmente el esquema, y al hacerlo elimina el papel de la
inducción. Sostiene que la dirección correcta es de las teorías hacia los
hechos. Popper hace notar que los sentidos están abiertos a una infinidad de
estímulos, a innúmeros hechos que solicitan la atención, y que su registro
indiscriminado mostraría un conjunto infinito, incoherente, absurdo, de
enunciados.
Sólo adquieren sentido, se
ordenan, a partir de un cierto punto de vista, de una cierta teoría que separa
los que son relevantes de los que no lo son. No se parte de la observación
indiscriminada para inducir luego una teoría. Es la teoría la que muestra qué
hechos se deben observar.
Dice Popper:
"Pero si se me ordena
'registre lo que experimenta ahora', apenas sé como obedecer esta orden ambigua:
¿he de comunicar que estoy escribiendo, que oigo llamar un timbre, vocear a un
vendedor de periódicos, o el hablar monótono de un altavoz? (...) Incluso si me
fuera posible obedecer semejante orden, por muy rica que fuese la colección de
enunciados que se reúnen de tal modo, jamás vendría a constituirse en una
ciencia: toda ciencia necesita un punto de vista y problemas teóricos".
Los hechos se deducen de la teoría
y, finalmente, la pondrán a prueba de la manera más rigurosa posible. En
esquema: Nos dice, además, que una teoría es una libre creación del espíritu
humano, un intento audaz de solucionar problemas interesantes, producto de la
intuición. Tenemos ya definidos los principales elementos del método
hipotético-deductivo simplificado: Veamos ahora más de cerca estos elementos,
sus características, y las razones de haber optado por la deducción frente a la
inducción.
El comienzo del método: el
problema
Constituye el gatillo
disparador de la secuencia metodológica que esquematizáramos anteriormente. Popper
en su etapa más tardía, la de la Autobiografía, hace notar que los problemas no
nacen en el vacío. Por el contrario son, al igual que la observación, producto
de un encuadre teórico que hace que sean vistos como tales, excluyendo incluso
en este punto al empirismo de lo dado, ya que no hay problemas sin teorías
previas.
Dirá en algún momento que
los problemas surgen como consecuencia de la tensión entre el saber y la
ignorancia, cuando se percibe que algo no está en orden entre nuestro supuesto conocimiento
y los hechos. (Popper, Karl. op. cit. p. 178; "La lógica de las
ciencias sociales". En: La lógica de las ciencias sociales. Grijalbo.
México. 1978.)
Asimismo dirá que la crítica
que efectúan la razón y la experiencia -el método H-D- a las teorías esbozadas
como solución al problema, abre un abanico de nuevos interrogantes antes impensados,
es decir, conduce a nuevos problemas. El hecho de que a partir de las
soluciones puedan presentarse nuevos problemas, al tiempo que explica la
fertilidad de la ciencia, transforma en circular el esquema lineal que
mostráramos anteriormente. Su comienzo podría situarse en cualquiera de sus
miembros, con la única condición de conservar el orden de la secuencia.
Habitualmente Popper insiste
en el carácter empírico o práctico de los problemas –según surjan de la propia
realidad o de la relación que entable el hombre con ella-, con un énfasis menor
en los problemas teóricos que pudieran presentar las mismas teorías. Quizás sea
debido al rechazo por parte de Popper a la "clarificación conceptual"
de la ciencia que propusiera el neo-positivismo, englobándola dentro de las
consecuencias de buscar una teoría del significado. Aunque especifica que no la
desdeña si es usada para eliminar confusiones que puedan surgir de un uso poco
cuidadoso de las palabras. Es un punto que explorarán hasta sus últimas
consecuencias otras filosofías de la ciencia, particularmente la de Thomas Kuhn
y más recientemente la de Larry Laudan. (Kuhn, Thomas. La estructura de las
revoluciones científicas. F.C.E. México. 1971. Laudan, Larry. El
progreso y sus problemas. Encuentro Ediciones. Madrid. 1986)
El salto creativo: la
intuición.
En este punto, como en
otros, es muy marcada la diferencia con la metodología inductivista, puesto que
para el hipotético-deductivismo las leyes no se obtienen al generalizar
observaciones, sino que existe un proceso creativo en su formulación que excede
lo meramente observado u observable. Carnap, quien fuera un inductivista
sofisticado, también había aceptado de Popper el salto creativo en la
formulación de las teorías y leyes
científicas. (Ver, por ejemplo: Carnap, Rudolf. Fundamentación lógica
de la física. Sudamericana. Buenos Aires. 1969.)
Otorgan razonabilidad a esta
afirmación al menos dos tipos de argumentos. Si consideramos el lenguaje en que
se expresa la ciencia, es evidente que enuncia sus leyes empleando términos
-palabras- que le son propios, y que no designan, habitualmente, objetos observables
-gen, masa, átomo, especie, etc.-, o que redefinen lo observable -aceleración,
primate, satélite, etc.-.
La inducción, que opera
mediante la generalización de hechos cotidianos, mal puede ser invocada para
explicar la aparición de estos términos. Sólo pueden provenir de un acto de creación.
Sólo pueden ser inventados.
Lo creativo se evidencia
además en el material previo con el que se construyen las leyes: sueños -como
el de Kekulé que ve mientras duerme una serpiente que se muerde la cola, y propone
por semejanza el anillo ciclo-hexano para representar las moléculas de
elementos orgánicos-; mitos -como el de Edipo o de Electra en la psicología
freudiana-; relatos legendarios -como los que permitieron descubrir Troya-;
teorías metafísicas -como la del átomo en la filosofía griega que inspira a
Rutherford y otros científicos atómicos-; ciencias incompletas que bordean el
mito o la pseudociencia - como la alquimia que se prolonga en la química
moderna-.
Esta compleja red de sueños,
relatos míticos, trasfondos metafísicos, observaciones, analogías, visiones
entrecruzándose y fertilizándose mutuamente, oscuro magma donde se gesta la creación,
se denomina genérica y globalmente intuición. La observación de hechos
particulares y la inducción a partir de ellos que caracteriza al inductivismo, son
una instancia más de las que se vale la intuición para postular una hipótesis, ni
mejor, ni más privilegiada que otras. No justifica las hipótesis, simplemente
las sugiere. Comienza ahora el método hipotético-deductivo propiamente dicho:
una vez en posesión de la hipótesis, a la que se llega por mil caminos, y como
respuesta a un problema planteado por la naturaleza o la sociedad, ha sonado la
hora de ponerla a prueba con todo el rigor posible.
Las hipótesis y la deducción
Popper, conjuntamente con
sus contemporáneos, adopta el giro linguístico en sus análisis del conocimiento
en general y del científico en particular. En consecuencia, aceptarácomo
conocimiento aquel que se encuentra expresado, de manera oral o escrita,
mediante proposiciones. No lo que se piensa o lo que se cree, sino lo objetivo,
lo que se comunica.
La solución que el
científico propone al problema planteado será, por lo tanto, una enunciado -una
proposición-, no una idea o una creencia. Como toda proposición, será verdadera
o falsa, aunque su verdad o falsedad se desconozca inicialmente -de allí su
carácter hipotético- y haya que ponerla a prueba a fin de corroborarla o
refutarla.
Habitualmente se trata de un enunciado general, de una ley que tentativamente se supone verdadera, con el valor de una apuesta que inicia el juego de la ciencia, y que mantendrá su vigencia mientras no se demuestre su falsedad. Las reglas del juego serán, según Popper, las que fija la lógica deductiva. Al introducirlas como única forma inferencial en el seno de la ciencia, elude el riesgo de hacer de ésta una actividad injustificada, irracional, puesto que sus principios son auténticas leyes lógicas, cosas que no sucede con el principio que guía a la inducción. Al hacerlo aparecen con nitidez algunas consecuencias impensadas que el método H-D acepta, y que pueden ser consideradas paradojales a la luz del sentido común y de la anterior metodología inductivista.
Popper comienza haciendo
notar que los enunciados generales -las leyes o hipótesis- mantienen una
curiosa relación lógica con otro tipo de enunciados, deducibles inmediatamente de
ellos: los que en vez de hablar de "todos", hablan de
"algunos" o "algún". En principio, presentan una total
asimetría con respecto a sus posibilidades de verificación
o de refutación. Así,
mientras los primeros son imposibles de verificar, los segundos son imposibles
de refutar. Para mostrarlo, apelamos nuevamente al argumento que se refiere a
los enunciados universales, y a la imposibilidad de recorrer el infinito
universo de su aplicación: la verificación es, así, impracticable.
Con respecto a los
enunciados existenciales, como se llaman técnicamente los que se refieren a
propiedades de algún o algunos miembros de un conjunto, es evidente que decir,
por ejemplo, "Hay una sustancia que cura el SIDA", o "Hay una
sustancia que cura el cáncer", no logra ser refutado por ninguna
experiencia negativa, aunque se reiteren inacabablemente: siempre es lógicamente
factible que ocurran en cualquier momento. La refutación es, en este caso,
imposible.
De acuerdo al criterio de
demarcación que hiciera entre ciencia y metafísica, estos enunciados, que
parecieran estar más cerca de la experiencia son, paradojalmente, metafísicos,
puesto que no son refutables. Sin embargo, agrega luego, de esta relación
depende la posibilidad de establecer lo acertado o no de la propuesta efectuada
por el científico al enunciar su hipótesis. Esto es así porque, según las
reglas de la lógica,de un enunciado universal es posible deducir, de manera
inmediata, un enunciado existencial que se le oponga, que lo contradiga: aquel
que afirme que existe al menos un elemento que no posee la propiedad que le
atribuye el universal.
Los lógicos tradicionales
establecieron relaciones entre los valores de verdad de las proposiciones de la
forma "todos", "algunos", "ninguno" en el clásico
Cuadro de Oposición, que permitía hacer una inferencia inmediata de una
proposición a otra, sin necesidad de otra premisa. El mismo Cuadrado puede
construirse con la notación lógica cuantificacional.
De acuerdo a él, de
"para todo valor de x, si posee la propiedad p, poseerá la propiedad
q", se infiere inmediatamente, que su contradictorio es "existe al
menos un x que posee la propiedad p y no posee la propiedad q". Así
"Todos los perros a los que se extirpa el páncreas desarrollan
diabetes" es contradicho por el enunciado: "Existe al menos un perro
que no tiene páncreas y no es diabético". Formalmente: ( a) (Pa . - Qa) "Existe
al menos un ejemplar (Fido, en la Facultad de Medicina de Buenos Aires), que
tiene la propiedad P (no posee páncreas), y no tiene la propiedad Q (no es
diabético)"
Un ejemplo lo mostrará más
claramente. Si el enunciado general es:
"Todos los perros a los
que se quita el páncreas -pancreatoprivos- desarrollan diabetes", el enunciado
existencial que lo contradice es el siguiente: "Algunos, o al menos un
perro es pancreatoprivo y no es diabético." Como resulta evidente que si este
último es verdadero, el primero es falso, la relación entre ambos tipos de
enunciados, mediados por una inferencia deductiva inmediata hace a la esencia misma
del hipotético-deductivismo: la posibilidad de refutar las hipótesis.
Y algo más que quizás no se
veía tan claramente cuando en nuestro esquema poníamos, deduciendo de las hipótesis, los
enunciados contrastadores: deben deducirse no cualquier tipo de enunciados, sino aquellos
que puedan ser contradichos.
No pide que se sea
complaciente con las hipótesis, sino que se las trate con rudeza, que se intente
refutarlas de la manera más dura posible, es decir,buscando deliberadamente sus
contra-ejemplos. Es sencillo encontrar enunciados que confirmen una teoría,
cualquiera sea ella; las pruebas positivas abundan incluso con respecto al
valor curativo de creencias místicas o religiosas.
Cuando leemos el supuesto
valor curativo de los sacerdotes de Esculapio o de las peregrinaciones a
Lourdes, pensamos en los placebos, más que en una teoría de los milagros. Por
el contrario, debemos pensar siempre en qué condiciones nuestra teoría podría
ser falsa, y contrastarla según estas condiciones. Sólo las refutaciones
fallidas tienden a corroborarla, convirtiéndose así en casos positivos de la
misma -instancias de la teoría-. Otra de las afirmaciones provocativas de
Popper, derivada de la relación entre enunciados universales y existenciales
contradictorios, es que una ley puede ser escrita en forma de prohibiciones -cosa
largamente sabida en Derecho-, caracterizándose sobre todo por aquello que prohíbe.
Como consecuencia inevitable, aunque altamente conflictiva para el sentido
común, se encuentra el que una teoría posea mayor contenido empírico -hable de
más cosas- mientras más prohíbe.
Es suficiente comenzar a pensarlo
para entender la profunda razonabilidad que involucra, y lo mucho que se aparta
de la inducción y su problemática. Relacionada con la anterior afirmación, se
emparienta otra igualmente provocativa: el contenido informativo aumenta cuanto
más improbable sea una hipótesis, por el sencillo motivo de que si fuera más
precisa -si dijera, por ejemplo, que un eclipse de sol tendrá lugar el 3 de mayo
de 1997 a las 14.45 hs.-, sería más improbable que fuese verdad -por ser más
estrecho el margen de error-, que si expresa de manera general que en el curso
del año 1997 se producirá un eclipse, siendo obvio que brinda mayor
información.
Habíamos mencionado que un
enunciado existencial es un enunciado metafísico, que mal puede poner a prueba,
por sí, a una ley, a una hipótesis. Lo hace, porque él es deducible de otro
tipo de enunciado que se encuentra apegado a la experiencia y es refutable,
como debe serlo cualquier enunciado empírico.
Se trata de enunciados que
hablan de este o estos individuos, con las propiedades que estipula el
enunciado existencial derivable, situados en un tiempo y lugar determinados. Es
necesario agregar la observabilidad tanto de individuos como de propiedades, y
la posibilidad real de su contrastación intersubjetiva, lo que implica, en la
mayoría de los casos, la repetitividad del suceso.
Popper los llama
"existenciales singulares", para oponerlos a los otros existenciales.
Reciben también el nombre de "enunciados básicos", ya que son sobre
los que se apoya toda la estructura cognoscitiva, poniéndola a prueba a través
de la cadena de deducciones que los ligan a los enunciados universales.
Constituyen la "base
empírica" de las hipótesis, el cimiento mediante el cual la ciencia se encuentra
anclada en la experiencia. Siguiendo con nuestro ejemplo, el enunciado:
"Si a Fido y Sultán, los perros que se encuentran en el laboratorio de
fisiología de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, se les quita el páncreas,
no desarrollarán diabetes", es el enunciado básico del que se deduce el existencial
antes mencionado.
No hay dudas que se podrá
constatar si efectivamente tendrán diabetes o no una vez que se les extirpe el
páncreas. De la hipótesis fundamental, deducimos hipótesis derivadas, algunas
de ellas serán contradichas porenunciados existenciales contradictorios, que se
deducen de enunciados básicos. Veamos ahora otra de las consecuencias
paradojales que aparecen al optar por la deducción como procedimiento
inferencial único de la actividad científica, y que al incidir en la verdad o falsedad
que se les atribuye a las hipótesis fundamentales, expresa una nueva asimetría.
La refutación de hipótesis y
el Modus Tollens.
Se acostumbra a definir la
deducción como la forma de inferencia en la que partiendo de premisas
verdaderas, se llega con el mayor rigor a conclusiones verdaderas. Si en el
hipotético-deductivismo lo que conocemos es la verdad o falsedad de las conclusiones
-enunciados básicos- luego de ser contrastados, ¿será posible saber de la
verdad o falsedad de las premisas en las que se originaron –hipótesis fundamentales-,
remontando en sentido inverso el camino habitual?
La inferencia que permite
refutar una hipótesis conociendo la falsedad de la conclusión, es una forma
válida de razonamiento deductivo conocida desde el medioevo con el nombre de Modus
Tollens, y que puede ser expresada de la siguiente manera: "Si ocurriendo
p debe ocurrir q, y q no ocurre, entonces p no ha ocurrido".
Formalmente:
p → q "Si p es
verdadera, entonces q es verdadera"
-q "q no es
verdadera"
_______ "se deduce
que"
-p "p no es
verdadera"
Las dos primeras son las
premisas; la línea muestra que ha habido una deducción, que es precisamente la no
ocurrencia de p. (Para una descripción más detallada del Modus Tollens, ver:
Copi, Irving. Introducción a la lógica. EUDEBA. Bs.As. 1974)
Aplicado a la contrastación
de hipótesis, la primera premisa nos dice que si la hipótesis es verdadera, el
enunciado básico que se deduce de ella -implicación contrastadora-, es
verdadero. Si constatamos que es falso, también es falsa la hipótesis
originaria. Veamos ahora cómo funciona el Modus Tollens con nuestro ejemplo.
Sea una vez más nuestra
hipótesis fundamental:
"Todos los animales
pancreatoprivos desarrollan diabetes"; el enunciado existencial que la
contradice es: "Algunos perros pancreatoprivos no desarrollan
diabetes", y el enunciado básico correspondiente: "Estos perros, Fido
y Sultán, sin el páncreas, no desarrollan diabetes".
Dado que si la hipótesis es
verdadera, los enunciados que la contradicen son falsos, el enunciado q del
esquema registra esta situación, expresando: "No es posible que a Fido y
Sultán se les quite el páncreas y no desarrollen diabetes". Al hacerlo,
adopta la forma de una prohibición. Sean así, la hipótesis fundamental el
enunciado p del Modus Tollens, y q el enunciado contrastador, ya que, si sucede
el primero, debe suceder el segundo.
Si la experiencia muestra
que Fido y Sultán logran finalmente regular los hidratos de carbono sin el
páncreas, entonces el enunciado contrastador es falso (-q). La prohibición ha
sido quebrantada. El Modus Tollens nos permite deducir ahora que la hipótesis
fundamental es falsa, y que no es cierto que todos los animales sin páncreas
desarrollen diabetes (-p).
Sabemos, desde Claude
Bernard, que los animales en cuestión desarrollarán diabetes, y que este será
el resultado del experimento. El enunciado contrastador será verdadero. ¿Será
también verdadera la hipótesis? Si lo expresamos formalmente, tal como lo
hicimos con el Modus Tollens, veremos la siguiente forma de razonamiento:
p → q "Si p es
verdadera, entonces q es verdadera"
q "q es verdadera"
________ "se deduce
que"
p "p es verdadera"
Pues bien, esta no es una
forma de razonamiento válida, ya que se puede demostrar fácilmente que existen
casos en los que la las premisas son verdaderas y la conclusión es falsa.
Parece un razonamiento válido, pero no lo es. Se trata de una falacia, la de
afirmación del consecuente, destruyéndose con su incorrección la ilusión de
afirmar por su intermedio la verdad de la premisa conociendo la verdad de la
conclusión.
La verdad de una
consecuencia lógica no permite afirmar que la hipótesis de la que se partió sea
verdadera. En el caso de la falacia de afirmación del consecuente, las tablas
de verdad muestran la incorrección de la inferencia. (Véase asimismo Copi,
Irving, op. cit. p. 265). La situación no varía si en vez de un enunciado
básico verdadero se deducen -y se constatan- varios e incluso innumerables
enunciados básicos verdaderos. Esto no le agrega un ápice de verdad a la
hipótesis fundamental, ya que siempre estaremos, en caso de afirmarla, haciendo
uso de la falacia de afirmación del consecuente.
No diremos nunca que la
hipótesis es verdadera. Diremos algo más débil, que está corroborada, con lo
que se expresa que en el proceso de contrastación no le ha pasado nada, no ha sido
refutada, aunque pudiera refutarse en el futuro. Paradójica enseñanza de la
lógica que consagra una nueva asimetría, la que manifiesta Popper cuando
sostiene, con una convicción indiscutible, que las leyes científicas se
caracterizan por ser refutables, mas no verificables.
Es una consecuencia
inexorable de que, conservándose la verdad en toda la secuencia deductiva, desde
las premisas a la conclusión -en esto consiste precisamente deducir correctamente,
en partir de premisas verdaderas para llegar a conclusiones verdaderas-, si la
conclusión es falsa, la premisa es necesariamente falsa. Esta es la
racionalidad que se expresa en el Modus Tollens.
En cambio, ya que partiendo
de premisas falsas puede llegarse a una conclusión verdadera, la verdad de la
conclusión no dice nada acerca de la verdad de las premisas. A esto apunta la falacia
de afirmación del consecuente. A la pregunta de cómo justificamos las leyes, el
hipotético-deductivismo responde que nunca las justificamos, permanecen para
siempre como hipótesis; sólo las contrastamos severamente tratando de
refutarlas, ysi se fracasa en este intento, se comienza a usarlas en la
práctica científica, sin considerarlas verificadas, puesto que podrán ser
refutadas más adelante.
II. El método HD
liberalizado
La esquematización que
comentáramos anteriormente, con la clásica secuencia de problemas, formulación
de hipótesis, intento serio de refutarla mediante sus consecuencias lógicas -enunciados
básicos-, seguida de:
i. rechazo de la hipótesis
si lo observado en la naturaleza la desmiente;
ii. aceptación provisoria si
esto no sucede -corroboración de la hipótesis si bien posibilita una
introducción adecuada a los principales argumentos del hipotético-deductivismo,
ha sido llamada dogmática o ingenua, y provendría de una incorrecta
simplificación del pensamiento de Karl Popper y de Claude Bernard. Lo dogmático
consiste en la creencia de que los enunciados básicos cuando contradicen a las
hipótesis fundamentales las refutan inexorablemente, siendo obligación del
científico acatar el NO que le dicta la naturaleza, y rechazarlas de inmediato.
Aun cuando podamos
considerarla dogmática, representó un avance frente al inductivismo, que
obligaba a partir de hechos desnudos y a inducir luego teorías verdaderas. Tres
pretensiones que constituían exigencias imposibles de cumplir, al estar
desvinculadas de la realidad de la investigación, y frente a las cuales incluso
el refutacionismo dogmático representó una liberación para los científicos.
El hipotético-deductivismo
liberalizado refleja más fielmente aún la práctica científica. En ella, la
refutación se encuentra demorada por instancias intermedias, que el
refutacionismo ingenuo, con su acento puesto en los elementos lógicos de la
contrastación de hipótesis, no había tomado en cuenta.
Claude Bernard narra una
experiencia que ilustra acabadamente el punto:
"Hace mucho tiempo yo
anuncié un experimento que sorprendió grandemente a los fisiólogos: el
experimento consiste en producir a un animal la diabetes artificial mediante la
puntura de la base del cuarto ventrículo. Yo me sentí tentado a probar esta
punción como resultado de consideraciones teóricas que no necesito recordar;
todo lo que necesitamos saber aquí es que lo logré a la primera tentativa, a
saber que el primer conejo que operé se puso totalmente diabético. Pero luego
hice el experimento repetidas veces (8 ó l0), sin obtener los mismos
resultados. Entonces me encontré en presencia de un hecho positivo y de ocho o
diez hechos negativos; sin embargo nunca pensé en negar mi primer experimento
positivo en favor de los experimentos negativos subsiguientes. Totalmente convencido
de que mis fracasos se debían a que no conocía las verdaderas condiciones de mi
primer experimento, persistí en mis trabajos tratando de descubrirlas. Como resultado,
logré definir el lugar exacto de la punción y mostrar las condiciones en que
debería colocarse el animal que había que operar; de modo que hoy podemos
reproducir la diabetes artificial, siempre que nos coloquemos en las
condiciones que sabemos que son necesarias para su aparición."
Claude Bernard nos muestra,
primeramente, coincidiendo con Popper, que el experimento surge de la teoría y
no a la inversa ("yo me sentí llevado a probar esta punción como resultado
de consideraciones teóricas que no necesito recordar"), y a continuación
su tenacidad en persistir en su hipótesis primera, pese a repetidas situaciones
refutatorias. Luego va a argumentar -y suponemos que debe haberse visto frente
a tales situaciones en el curso de sus extensas investigaciones- que debería
persistirse incluso en ausencia de un primer éxito casual como el que menciona:
"Voy a añadir a lo anterior una reflexión que muestra cuántas fuentes de
error pueden rodear a los fisiólogos en la investigación de los fenómenos
vitales. Voy a suponer que en lugar de lograr inmediatamente poner diabético al
conejo, habían aparecido al principio todos los hechos negativos; resulta claro
que, después de fracasar dos o tres veces, debería haber llegado a la
conclusión de que la teoría que me servía de guía era falsa, y que la punción
del cuarto ventrículo no producía diabetes. Pero habría estado equivocado; con
cuánta frecuencia se han debido equivocar los hombres y se deben equivocar aún
a este respecto."
No piensa, en el relato
anterior, que su teoría esté refutada porque el experimento no fue exitoso en
más de ocho ocasiones. Ahora nos dice que tampoco la hubiera considerado así aunque
la experiencia hubiera salido mal dos o tres veces, incluso en ausencia de un
éxito casual que animaraa seguir el camino emprendido. Y si, siguiendo los
dictámenes del refutacionismo ingenuo lo hubiera hecho, si hubiera pensado que
la confrontación con la naturaleza la refutaba, hubiera estado en un error.
¿Cometía acaso un atentado
contra la racionalidad, contra la lógica cuando procedía de esta manera, como
lo hubiera supuesto un refutacionista dogmático?
El hipotético-deductivismo
liberalizado es la respuesta metodológica que devuelve la razonabilidad al
proceder del científico cuando defiende su hipótesis pese al fallo
descalificatorio de la naturaleza, concediéndole una cuota mayor de libertad en
su accionar. Ella surge delas condiciones propias de la situación experimental
-que introduce una complejidad mayor al esquema del H-D-, y al cuestionamiento
de lo indubitable de el o los enunciados básicos que refutan la hipótesis.
La problemática introducida
por la situación experimental
¿Qué sucede cuando entre el
enunciado básico que describe un cierto estado de cosas y su refutación (o
verificación) que refuta (o corrobora) la hipótesis originaria se interpone,
con toda necesidad, el experimento, o en los casos más simples, la sencilla
observación? Sucede que se introducen, necesariamente, otras hipótesis en la
cadena deductiva, que marcan la diferencia entre el refutacionismo ingenuo y la
realidad fáctica en que se mueve la ciencia y el investigador mismo.
Son ellas:
i. Hipótesis auxiliares
acerca de los materiales empleados en el experimento: el animal, la aguja
utilizada, el líquido inyectado, etc.
ii. Hipótesis factoriales,
que proponen que las variables estudiadas sean las únicas que inciden en el
resultado de la experiencia: en el caso relatado por C. Bernard, el supuesto de
que únicamente la punción en un solo sitio del cuarto ventrículo producía
diabetes.
A su vez, estas hipótesis
adicionales pueden ser simples hipótesis aisladas, o formar parte de sistemas
teóricos diferentes al de la hipótesis puesta a prueba, como podrían ser
consideraciones acerca de la anatomía y fisiología del conejo. Ahora puede
verse con claridad que lo que se contrasta no es sólo la hipótesis originaria, sino
un conjunto de hipótesis, por lo que el experimentador se encuentra en
condiciones tales que sin violar ninguna regla de racionalidad, pueda decidir
que el resultado de la experiencia no refuta la hipótesis fundamental, sino a
alguna de las hipótesis adicionales. Así se explica que pueda insistir una y
otra vez ante el NO de la naturaleza, y finalmente triunfar.
Para eludir la refutación,
formula hipótesis ad-hoc, nombre genérico que recibe toda hipótesis introducida
con el único fin de proteger los supuestos iniciales. En una correcta práctica
científica, las hipótesis ad-hoc se aceptan sólo para ser puestas a
prueba y corroboradas en un
diseño experimental independiente. El código de honor científico, apoyado por
el refutacionismo liberalizado, no prohíbe tratar de evitar la refutación ante
resultados negativos mediante hipótesis ad-hoc. Sólo prohíbe que se las acepte
sin contrastarlas. Su corroboración, puesto que se refiere a factores intervinientes
en la zona de la realidad que explora la hipótesis principal, aumenta el
conocimiento de la misma, jugando un rol que se juzga como progresivo, y en
algunas variantes del refutacionismo, indispensable para el avance de la
ciencia. (Así sucede con la metodología de Imre Lakatos en: Lakatos, Imre. Historia
de la ciencia y sus reconstrucciones racionales. Tecnos. Madrid.
1974., "La falsación y la metodología de los programas de
investigación", en: Lakatos, I. y Musgrave, A. (eds.) La crítica y el
desarrollo del conocimiento. Grijalbo. Barcelona. 1975.)
Las fallas de Claude Bernard en sus intentos de provocar diabetes en los conejos, y su negativa a considerarlas refutatorias de la presunción acerca de un centro de control de la glucemia en el cuarto ventrículo, aduciendo problemas en su punción -lo que ponía en cuestión a un conjunto de hipótesis acerca de la anatomía del conejo, la habilidad en el manejo de la aguja, la profundidad requerida por la punción, etc.-, es una clara muestra de la fertilidad de la tenacidad de los científicos -obstinación irracional la llamaría el refutacionismo dogmático-, argumentando ad-hoc contra la respuesta de la naturaleza a los primeros requerimientos.
No sólo puede objetarse la
corrección del conocimiento acerca de las características que poseen los
elementos involucrados en el experimento, como en el caso citado. Las
objeciones ad-hoc pueden abarcar también a las hipótesis factoriales. Sabemos
que una ley estipula que se cumplen ciertas relaciones entre elementos de un
dominio, y que la experimentación busca corroborar el acierto de dichas
postulaciones.
Sin mencionarla, interviene
en el proceso una hipótesis sumamente importante, que denominaremos con un
nombre de larga historia en filosofía, la cláusula ceteris paribus, por la que
se presume que en el campo problemático en estudio no inciden -además de los
estudiados- otros factores.
Ante una experiencia desfavorable
pudiera aducirse ad-hoc, y sin caer en la irrazonabilidad, que han intervenido
en el proceso algunos de los factores desconocidos. Así, por ejemplo, la
mecánica de Newton puede decidir que la influencia de la masa de los astros es
despreciable a los efectos de calcular la trayectoria de un péndulo o de un
sistema balístico, y no incluirla en sus fórmulas. O la humedad del ambiente, o
las ondas hertzianas que cruzan el espacio contemporáneo. Lo mismo sucede con
la genética mendeliana o la molecular cuando establecen los rasgos hereditarios
de una generación; la astrología no comparte, como sabemos, la cláusula ceteris
paribus de estas disciplinas.
Desde el Siglo V a. C. se
conoce una manera de evaluar la pertinencia o no de un factor como causa de un
cierto suceso que se investiga, y que Hipócrates, el primero en dárnoslo a conocer,
menciona con las siguientes palabras: "Las enfermedades son el
resultado de una amplia variedad de causas, y debemos considerar causas seguras
de una afección, todas aquellas cosas cuya presencia es necesaria para que
aparezca, y cuya ausencia determina su desaparición." (En: Laín
Entralgo P. Historia universal de la medicina. Salvat. Barcelona. 1973.)
El método de Hipócrates es
recogido por la filosofía en la obra de Stuart Mill, que lo menciona como
"método de las concordancias y las diferencias", de la siguiente
manera: Método de la concordancia:
"Si dos o más casos del
fenómeno que se investiga tienen solamente una circunstancia en común, la circunstancia en la cual
todos los casos concuerdan, es la causa (o el efecto) del fenómeno en cuestión." (En: Copi, I. op. cit. p.
426.)
Método de la diferencia:
"Si un caso en el cual
el fenómeno que se investiga se presente y un caso en el que no se presenta
tienen todas las circunstancias comunes excepto una, presentándose ésta
solamente en el primer caso, la circunstancia única en la cual difieren los dos
casos es el efecto o la causa, o una parte indispensable de dicho fenómeno."
(En: Copi,
I. op. cit. p. 430.)
Distintas palabras para
expresar el mismo concepto hipocrático. Observemos que si bien el método
permite efectivamente afirmar la pertinencia de una variable, no discrimina si
en la contrastación se establece su única pertinencia, o la de su conjunción con
otras variables que se desconocen de momento. La cláusula ceteris paribus está
presente una vez más, pese a todos los refinamientos metodológicos. Cuando
algunos resultados perturbadores parecieron contradecir las hipótesis de C.
Bernard acerca del rol del páncreas y el cuarto ventrículo en la regulación del
metabolismo de los hidratos de carbono, los científicos no las consideraron
refutadas. Simplemente adujeron ad-hoc contra la cláusula ceteris paribus, la
importancia de otros órganos en el proceso. Así, se pudo proponer y demostrar
el papel de la hipófisis -no prevista por C.Bernard-, en el equilibrio de dicho
metabolismo; siguieron luego experiencias similares en otras glándulas de
secreción interna, en un proceso que condujo a una ampliación del conocimiento
fisiológico.
Una vez más, la apuesta
ad-hoc ahora contra la hipótesis factorial, puesta a prueba rigurosamente, juega
a favor del desarrollo de la ciencia. Hipótesis auxiliares acerca del material
de trabajo, hipótesis factoriales, cláusula ceteris paribus, hipótesis ad-hoc
forman parte del entramado teórico que se pone en juego cada vez que el
científico comprueba la corrección o la falsedad de su hipótesis fundamental,
debilitando el dogmatismo del método hipotético-deductivo, para transformarlo en
liberalizado. Interpuestas entre ésta y la experiencia, demoran, amortiguan el
poder refutatorio de los enunciados básicos, contribuyendo en el proceso a
aumentar el conocimiento humano.
Falta un último ingrediente
en la liberalización del método: el cuestionamiento a la verdad indubitable de
los enunciados básicos que conforman la base empírica de la ciencia. Ya se
había establecido el carácter hipotético de las teorías científicas, así como
de todo el complejo de hipótesis auxiliares que intervienen en ciencia, y con
ello el falibilismo de todo conocimiento, por más sólidamente establecido que
se lo considere. Es hora de llevar el falibilismo a sus últimas consecuencias,
introduciéndolo también en los enunciados básicos.
El cuestionamiento de los hechos
El empirista construye su
teoría del conocimiento y de la ciencia sobre la base firme de los hechos
observables. Lamentablemente la inducción, herramienta lógica de su
epistemología, le impide llegar hasta las leyes. Para el refutacionista
dogmático, los hechos refutan a las teorías; al hacerlo arroja por la borda
junto con las hipótesis falsas, porciones de conocimiento que pudieran ser
válidas, e inhibe investigaciones legítimas derivadas de las hipótesis ad-hoc. El
refutacionista liberalizado demuele cuidadosamente la seguridad en lo indudable
de los hechos. Sin embargo, refleja más adecuadamente la actividad científica y
estimula el aumento del conocimiento.
El hecho experimental
La presencia del experimento
en la casi totalidad de las contrastaciones más o menos complejas altera de
manera radical la sencilla "observabilidad" de los hechos, puesto que
el hecho no sólo es fabricado por el diseño experimental, sino que además los
resultados -los datos- son leídos a través de una teoría interpretativa, con
cuyo auxilio se construyeron los instrumentos de lectura.
El color rojo que aparece en
un papel tornasol permite leer la acidez de una orina sólo si se lo interpreta
a la luz de una teoría muy simple, la que rige al mencionado papel. Menos
inmediato y más complejo es el resultado que aporta un fotocolorímetro, pero el
esquema es el mismo: una o más teorías nos aseguran que cierta desviación de la
aguja quiere decir tal cosa, siendo tal cosa el hecho que el empirista y el
refutacionista dogmático quieren ver como lo arquetípico de lo directamente
observable y verificable, obviando las teorías interpretativas que llevan a
asignar otro valor al rojo del papel, o al trazo del fotocolorímetro. Sea
acidez o aumento de las gammaglobulinas, el dato no se encuentra en la simple
observación, sino en la interpretación de lo observado.
Es suficiente dudar de la
teoría interpretativa, o de la correcta disposición del instrumento, para poder
cuestionar -ad-hoc, una vez más-, la validez de los datos expresados en el
enunciado básico, transformándolo de indudable en falible, una hipótesis más,
la más básica, pero hipótesis al fin.
Una situación quizás límite
lo constituye la hipótesis de Prout, quien sostuvo en 1815 que todos los átomos
están compuestos de átomos de hidrógeno -la unidad atómica de peso -, y que por
lo tanto los pesos atómicos de todos los elementos puros eran múltiplos enteros
del de hidrógeno. Todas las mediciones desmintieron esa afirmación durante casi
un siglo, durante el cual los sucesores de Prout cuestionaron con éxito las
sucesivas técnicas que permitían purificar y pesar sustancias -contribuyendo
con la crítica a su perfeccionamiento-; fué corroborada recién cuando en el
laboratorio atómico de Rutherford se diseñaron técnicas físicas de purificación,
en reemplazo de las técnicas químicas empleadas hasta ese momento. El cuestionamiento
de los enunciados básicos que refutaban a Prout, cuestionando las teorías
interpretativas que permitían construirlo, duró casi un siglo. (En: Lakatos,
I. Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales. Tecnos. Madrid.
1974.)
El hecho observable
El hipotético-deductivismo
va a avanzar aún más en instaurar el falibilismo incluso en esta última etapa
de construcción del conocimiento: la que expresan los enunciados básicos que hablan,
ya no de acidez o de la tasa de fosfatasas en sangre, sino de algo mucho más
simple y directo, del color rojo en el papel, o del movimiento de una aguja en
una escala numérica. Los argumentos son variados y tienden a establecer que
ellos también son hipótesis acerca de la naturaleza que es necesario
contrastar, y por lo tanto falibles, refutables –recordemos que si no lo
fueran, no serían según el criterio de demarcación, enunciados empíricos-.
El primero de ellos consiste
en que los enunciados de observación están formulados en términos universales
-conceptos-, que no pueden ser reducidos, por hablar de todos los caballos o
los vasos, o el agua, a experiencias singulares por muy numerosas que sean, de
la misma manera que las leyes no son un conjunto enumerable de sucesos
idénticos; ambos son, lógicamente, conjuntos infinitos. Dirá Popper que los
universales tienen el carácter de una teoría, de una hipótesis, ya que con la
palabra "vaso" se denotan los cuerpos físicos que se comportan como
se espera que se comporten los vasos, sucediendo lo mismo con la palabra
"agua" o "caballo". Si el comportamiento es distinto al
esperado, la hipótesis de que lo designado sea agua o vaso, se verá refutada.
No sólo el enunciar aquello
que se observa se encuentra impregnado de teoría. La percepción misma es
mediada por teorías interpretativas tan tempranamente adquiridas unas, como la
escala cromática, que parecieran haber nacido con nosotros; otras, como las que
hacen al conocimiento de objetos macroscópicos, son teorías muy elementales,
pero sin embargo, también adquiridas, también construidas. Esto le otorga el
carácter potencialmente falible que suponíamos inherente a otros niveles de
conocimiento. Percepción de un color ‑ teoría visual ‑
enunciado empírico son pasos plenos de hipótesis, y por lo tanto refutables.
La epistemología genética de
Jean Piaget apoya las afirmaciones de Popper de que incluso la percepción -ver
rojo, caballo o vaso-, depende de teorías interpretativas básicas construidas mayoritariamente
desde el nacimiento hasta los 6 años. Como lo expresara Popper, el
conocimientocomún es hipotético-deductivista.
Si los enunciados básicos
son hipótesis, construidos con conceptos también hipotéticos que expresan
cualidades observables hipotéticas, de contrastación por lo tanto infinita, y
cuya verdad nunca podrá establecerse, ¿cómo podremos usarlos para poner a
prueba las leyes e intentar refutarlas? Popper piensa que en algún momento de
la cadena de contrastaciones es necesario decidir que los enunciados básicos
con los que pretendemos poner a prueba la hipótesis fundamental ya han sido
suficientemente corroborados, y pueden ser aceptados en consecuencia como si fuesen
verdaderos.
Esto significa que aceptar
la base empírica es una convención, aunque se trate de enunciados lo
suficientemente sencillos para que los científicos puedan acordar su aceptación
y poner fin a la secuencia infinita de contrataciones. Es ahora, que han sido
aceptados, cuando se encuentran en condiciones de corroborar o refutar la
hipótesis fundamental.
¿Refutación?
Actualicemos el esquema del
H-D a la luz de la red de hipótesis y teorías que hemos presentado mediando
entre la hipótesis fundamental y los enunciados básicos, para explicar la racionalidad
(pragmática y lógica) del científico cuando decide sostenerla pese a fallos
adversos de la experiencia, sin guiarse por las normas del refutacionismo
dogmático:
De la
a) hipótesis fundamental,
conjuntamente con una teoría interpretativa experimental -distinta a la que
pertenece la hipótesis primera- y una cláusula ceteris paribus se deduce: Una
situación experimental, en cuyo montaje intervienen
d) hipótesis auxiliares
acerca del material de trabajo, y a cuyo término se produce un
datos sensoriales, los que son leídos a través de una teoría interpretativa básica, y expresado mediante un enunciado básico que describe la experiencia sensorial -del tipo de "el papel viró del blanco al rojo en contacto con la orina"-, expresado median términos universales, que implican nuevas teorías, ahora lingüísticas, y que, merced a la "traducción" efectuada por la teoría interpretativa experimental, es leído como un: enunciado básico contrastador, -que afirma, por ejemplo, "la orina posee un pH ácido"- aceptado convencionalmente como verdadero, mediante el cual corroboramos o refutamos la hipótesis fundamental.
Se plantea entonces la
siguiente situación: si el enunciado básico la corrobora, entonces la cláusula
ceteris paribus no nos permite afirmar que sea la única corroborada, y los
motivos lógicos expuestos anteriormente nos vedan decir que sea verdadera. Si
la contradice, el falibilismo de todo el conjunto de hipótesis y teorías
empleadas hace que sea razonable suponer -antes de darla por falsa- que lo
refutado es alguno de los eslabones que la unen al enunciado básico.
Alejados ya de la
simplicidad esquemática del refutacionismo dogmático, ¿qué tiene de extraño que el científico defienda
su hipótesis frente a un dato de la experiencia? Es pertinente formular una pregunta,
ante la visión de un edificio hipotético-deductivista en el cual lo único que
permanece firme son las leyes de la lógica, que -lo sabemos-, no proporcionan información, son
trivialmente verdaderas: habiendo destruido la inducción y la verificación, ¿no correremos
el riesgo de perder ahora también a la refutación ahogada por el conjunto potencialmente
infinito de hipótesis ad-hoc que admite en todos sus niveles? ¿Significa esto que es imposible
refutar una hipótesis fundamental, y nos hundimos una vez más en el escepticismo del que
creíamos escapar?
No en el refutacionismo
liberalizado. En párrafos anteriores subrayamos, deliberadamente, la palabra
decidir. Una decisión no es un elemento lógico, mas no por eso es arbitraria;
se toma sopesando motivos, razonadamente; eliminando la subjetividad de la
decisión en la discusión con otros científicos.
Así, es posible decidir que
el enunciado básico contrastador, observacional, se encuentra lo suficientemente
corroborado como para aceptarlo; decidir que el material de trabajo pasó todos los
controles de calidad adecuados en forma satisfactoria; decidir que las teorías
interpretativas experimentales nos proveen de resultados fiables, ya que han
sido usadas y probadas anteriormente; decidir dar por demostrada la ausencia de
otros factores relevantes, y recién entonces considerar refutada la hipótesis
principal.
Decisión que compete, más
que a un científico aislado, a un conjunto de investigadores que controla la
secuencia experimental por medio de intercambios personales, comunicaciones públicas,
repeticiones de experiencias, etc. De esta manera la comunidad científica, en
su funcionamiento real, disminuye el riesgo inherente a toda decisión
distribuyéndolo entre sus miembros, a través de la socialización de la
discusión.
Con todo, las decisiones
adoptadas pueden revisarse en cualquier momento a la luz de nuevas evidencias
empíricas, o nuevas inquietudes teóricas, y reiniciar así un proceso de
contrastación nunca cerrado definitivamente, como lo muestra de manera
reiterada la historia de la ciencia.
Más allá del refutacionismo
Una enigmática frase de
Claude Bernard al final de su narración de la experiencia –frustrada en un
comienzo- de provocar diabetes artificial a un conejo mediante la punción del
cuarto ventrículo, nos colocará al límite del refutacionismo, sea dogmático o
liberalizado. Decía C. Bernard refiriéndose a dicha frustración: "Los
hechos negativos, cuando se consideran aisladamente, nunca nos prueban nada,
nunca pueden destruir un hecho positivo". (Bernard,C. op. cit. p. 213.)
Evidentemente, lo que llama
hecho negativo es un enunciado básico refutatorio. Si leemos a la luz de estas
reflexiones el retraso de Saturno, que refutaba aparentemente a la teoría de
Newton -sólidamente asentada en infinidad de "hechos positivos",
resultados confirmatorios en todos los campos de la mecánica-, era natural que
los científicos buscaran otra explicación al suceso que excluyera la falsedad
de la teoría newtoniana, lo que condujo al descubrimiento de Neptuno.
Añade a continuación:
"Un hecho crudo no es científico, y un hecho cuya causalidad es irracional
debería ser expulsado de la ciencia." (ibid. p. 218.) Aunque no ignora la
existencia de estos hechos, los califica de incomprensibles mientras no muestren
las condiciones que los determinan, so pena de caer "en el reino de lo
indeterminado, a saber de lo oculto y maravilloso", con lo que el
razonamiento experimental "estaría continuamente detenido o
inevitablemente llevado al absurdo". ¿Qué quiere decir C. Bernard con
"hecho crudo"? Aquel cuya causalidad se ignora. Sólo pertenece a la
ciencia, entonces, cuando se conoce a qué ley obedece, y ésta debe ser,
necesariamente, otra distinta a la que refuta.
En síntesis: un hecho refuta
una hipótesis cuando es consecuencia observacional de otra hipótesis. Lo que
refuta una hipótesis es otra hipótesis, a través de enunciados básicos que la corroboran.
Así, un mismo hecho refuta a la primera, mientras corrobora a la segunda. Esta situación
ha recibido el nombre de experiencia crucial, puesto que permite decidir entre
dos hipótesis alternativas acerca del mismo campo de estudio. Popper concuerda
totalmente con este punto de vista, y le da una vuelta de tuerca cuando compara
teorías complejas como las de Newton y Einstein. No bastaba que una explicara
un fenómeno mientras que la otra fallaba en hacerlo, como sucedía con el
adelantamiento del perihelio de Mercurio, que refutaba a la primera, siendo un
resultado natural de los cálculos de la segunda. Debía tener mayor contenido
empírico, explicar sucesos en un rango de fenómenos más amplio. Fue necesario
que la teoría de Einstein predijera la incurvación de los rayos lumínicos
cuando pasan cerca de una masa gravitatoria considerable, hecho no previsto por
la teoría newtoniana, y que fuera corroborado en el curso de la experiencia que
marcó a Popper en 1919. Lakatos dirá que el juicio no se emite en el momento
del choque crucial entre teorías, sino que es diferido hasta contemplar más de
la evolución de ambas, demorando históricamente el reemplazo de una por otra.
Lo que en principio no se considera una experiencia crucial, llega a serlo
cuando se contempla retrospectivamente el desarrollo de las teorías. Aunque
quizás nos encontremos aquí no en el límite del hipotético-deductivismo, sino
por fuera del mismo, donde no nos acompaña el pensamiento de Popper o de C.
Bernard. Hemos pasado, casi inadvertidamente, de la contrastación de hipótesis
aisladas –para el que parecía especialmente diseñado el refutacionismo liberalizado-,
a la contrastación de hipótesis alternativas y luego a la elección entre
teorías más amplias con desarrollos que abarcan numerosos rangos de fenómenos que
las corroboran o las desafían.
Sus evoluciones en el tiempo
y el reemplazo de unas por otras comienzan a ser impensables incluso en el
marco del hipotético-deductivismo más liberalizado. Nos encontramos en este
momento en una inflexión dentro de la filosofía de la ciencia que marca el
cambio de la problemática iniciada por el neo-positivismo a una nueva manera de
entender la actividad científica: el avance de la ciencia como desarrollo de
paradigmas, estrategia de reflexión inaugurada en 1962 por Thomas Kuhn en La
estructura de las revoluciones científicas, que cierra un capítulo brillante de
la historia, para iniciar otro.
El lenguaje
de la ciencia según Popper
En el capítulo
correspondiente, había presentado el lenguaje de la ciencia. Se presentaba como
un proceso constructivo que iba desde lo más elemental, los términos, a las
leyes. En el presente capítulo se sintetiza la concepción del lenguaje de la
ciencia de Popper, y sus profundas diferencias con la versión neo positivista.
Iniciemos una breve
recapitulación de los elementos de esta última, para que nos sirva de punto de
partida para que en la comparación sea más evidente la originalidad del
pensamiento de Popper. Según el neo positivismo, el lenguaje consta de:
Términos.
i. lógicos
ii. empíricos: observacionales - teóricos
Con ellos se construyen enunciados.
Enunciados
Nivel I: cuantificado para uno o algunos, con
términos observacionales. Es el nivel de los datos o de la muestra
Nivel II: cuantificado universalmente -todos-
con términos observacionales. Es el nivel de las leyes observacionales.
Nivel III: cuantificado universalmente, con
términos teóricos. Es el nivel de las leyes teóricas (puras)
Reglas de correspondencia: conectan el lenguaje
teórico con el observacional. En esta sucinta caracterización del lenguaje de
la ciencia según el neo positivismo, advertimos
que se construye siguiendo
su postura epistemológica empirista e inductiva. La diferencia entre términos
observacionales y teóricos es empirista -se observa o no-. Los niveles se
construyen de tal manera que de los datos se llega a las leyes –criterio inductivo-.
Al menos los datos son
verificados por la observación -criterio empirista- Popper, que no es empirista
ni inductivista, necesariamente tenía que presentar otra concepción del lenguaje de la ciencia. Comienza, entonces, no por el
camino empirista, ascendente desde enunciados observacionales a leyes, sino a la inversa,
por las leyes, a las que denomina:
ENUNCIADOS UNIVERSALES
1. Estrictamente universales
2. Numéricamente universales
Los estrictamente
universales no pueden ser traducidos por un número finito de enunciados singulares
y es verdadero en todo tiempo y lugar (difiere su caracterización de los
enunciados cuantificados universalmente de los Niveles II y III, en la notación
lógica “(x)” que refiere a todos los elementos de una clase determinada por
“x”, y que según Popper se adoptaeste criterio desde el neo positivismo es
propuesta para la técnica de la inferencia -inductiva-.
En los estrictamente
universales no aparecen nombres individuales. Tienen la característica de ser
refutables, pero no verificables. La negación de un enunciado estrictamente
universal equivale a la negación de un enunciado estrictamente existencial, y
viceversa. Lo que quiere decir es que las leyes, más que afirmar algo, se
comportan como sabemos que lo hacen las leyes, prohibiendo un cierto estado de
cosas. Uno de los ejemplos que menciona es: “No existe una máquina de
movimiento perpetuo.”
Los numéricamente
universales, cuyos miembros pueden enumerarse y corroborarse si lo que
predicada de ellos es así. La ciencia trata de los primeros, no de los
segundos. Esta división entre los enunciados universales, dejando fuera de la
ciencia en razón de estructura lógica a los numéricamente universales, da
solución a un problema que quizás todavía no se había planteado, y que era el
siguiente:
Si la forma lógica de una
ley es : (x) ( Qx entonces Px) no se puede distinguir entre una ley tal como
“todos los cuerpos se dilatan con el calor”, y el enunciado “todas las
herramientas de la caja de Juan están oxidadas”, que posee la misma forma
lógica, pero no es una ley científica.
Se la llamó generalización
accidental, y diferenciarla generó innúmeras discusiones y artículos. Uno de
los intentos es el de afirmar que una ley científica apoya un contrafáctico ...
sin que a ciencia cierta pueda todavía determinarse la índole de los
contrafácticos. Uno de los autores más conocidos, Lewis, apela a mundos
lógicamente posibles en los que en uno funciona, en otros, no, etc. Un mundo
lógicamente posible es aquel en el que no se viola el principio lógico de no
contradicción. No me voy a detener en los detalles de la propuesta, pero
convengamos con Carnap que mundos lógicamente posibles hay infinitos -como bien
lo ilustra la literatura-, pero mundo de la experiencia es uno sólo, y es en
este mundo en el que debemos saber si el enunciado general para las
herramientas de Juan es una ley científica, como lo indica su forma lógica, o
si no lo es, aunque tenga esa forma.
La distinción de Popper
entre enunciados universales hace que la caja con herramientas oxidadas no
presente ningún problema para la filosofía de la ciencia y su lenguaje Una
reflexión adicional. Para Popper, cuyo criterio de cientificidad es la
refutabilidad, no hay duda que los enunciados estritamente universales lo son.
En cambio, los numéricamente
universales son -potencialmente- verificables, y no refutables. Este es el
motivo por el cual desde el empirismo puede pensarse que son científicos, y tratar
de diferenciarlos de las leyes propiamente dichas. Su criterio de cientificidad
es la verificación y por ende su generalización vía inducción. Algo impensable
para Popper.
ENUNCIADOS EXISTENCIALES
De la forma existe un x tal
que ...., tienen la característica que son verificables -si se encuentra el tal
x- y no refutables, dado que al igual que los estrictamente universales
legislan para todo tiempo y lugar. Popper los caracteriza como enunciados de
“hay ...”
Según la propia propuesta de
Popper, no son científicos, pero juegan un lugar importante en la ciencia
-existe una sustancia que cura el cáncer, puede no ser científica, pero guía
las investigaciones-. Y como vimos, también en el método científico popperiano.
ENUNCIADOS BASICOS
Los enunciados básicos se
deducen de los universales sólo si están acompañados de condiciones iniciales, Son
el equivalente de los enunciados observacionales del neo positivismo, el
lenguaje básico que pone a prueba la hipótesis. Pero al no ser empirista, su
caracterización no puede ser que refieran a objetos y/o propiedades
observables.
Popper los caracteriza no
diciendo que refieren a observables, sino que poseen la propiedad lógica de la
observabilidad. Agrega a la enunciación ya conocida, las características de
tiempo y lugar del suceso, y al menos un nombre de individuo. Mientras que se
definían como enunciados que referían a un individuo o a varios con propiedades
observables -lo que no indica cuando ni cómo- Popper estipula que sucederá en
tal tiempo y lugar, y eso lo hace observable, se lo observe o no, lo haga una
persona, o sea registrado por un instrumento. Los telescopios actuales
registran una placa fotográfica, pero no hay nadie que observe los astros. La
placa a su vez posee la característica de la observabilidad, pues está allí
para observarse, se lo haga o no. (Popper atribuye a Winston Churchil la
distinción del registro de lo observable por medio de instrumentos).
Esta observación final -no
es lo mismo observación que enunciado de observación- para ser objetiva debe
ser intersubjetiva. Afirman que un evento dado acontece en un espacio tiempo
individual. Estos enunciados básicos son, como podían ser de otra manera dentro
de la metodología hipotético deductiva, hipótesis que pueden ser refutadas. Una
vez más, difiere Popper de la terminología neo positivista cuando tiene que
caracterizar a los términos con los que se forman las leyes. Recordemos que los
enunciados estrictamente universales -las leyes- son aquellos formados por
términos universales.
Al igual que los enunciados
estrictamente universales, los términos universales no pueden ser agotados por
ningún número de eventos. Cuando decimos que algo es agua, es porque suponemos
que se comportaría -si lo pusiéramos a prueba- como lo hace el agua. Podríamos estar
equivocados, y ser vodka, o peor, lavandina, como de hecho sucede en accidentes
caseros. Son hipótesis, como las leyes. Otra distinción que establece Popper
poco más adelante, es que los universales son disposicionales.
Por disposicionales se
entiende que poseen la capacidad de comportarse de cierta manera, pero sin que
esto ocurra por el momento. El azúcar es soluble; pero no está disuelta; el
vidrio es rompible, pero no está roto. Lo que dice Popper, es que un hueso es
rompible, pero no está roto hasta que no se pone de evidencia que lo está (pensemos
en alguien que actúa en ante un accidente). Si ahora volvemos al ejemplo del
agua, cuando pensamos que Borges toma agua en sus conferencias -en realidad, lo
hacía antes de darlas- estaríamos equivocados, el vaso contiene ginebra, lo que
Borges toma, como buen porteño de su tiempo. No sólo es una hipótesis, algo que
ya comentamos. Le atribuimos al agua la disposición de tener tales o cuales
características. Ambos argumentos convergen en la propuesta de considerar
hipótesis a los universales.
LOS NOMBRES
INDIVIDUALES
Son indispensables en la
concepción de lenguaje de Popper para distinguir a los enunciados básicos, a
los que caracteriza porque contienen términos de individuos, y a estos últimos porque
en su definición sin indispensables nombres propios.
Ese es Bachín, mi perro (podría
agregar, para construir un enunciado básico) ese que juega en el jardín. Aquí
Bachín es un nombre individual. Pero si le enseño a Agus mi nieto la palabra
perro, y le muestro a Bachín, Bachín ya no es un nombre individual, sino el
miembro de una clase, la de los perros. Enseño a Agus el universal perro.
El ejemplo cambia las
palabras del ejemplo de Popper porque me es más grato hablar de Agus, y por
supuesto de Bachín, que del perro Lux de Popper. Popper sabe mucho antes de que
diera sus ejemplos Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas, que las
palabras se aprenden señalando lo que llama ejemplares paradigmáticos. Tampoco
sirven para caracterizar a los individuos sus descripciones, que parecerían pertenecerle
sólo a ellos, pues describiría a la clase de todos todos los individuos con
tales o cuales propiedades y relaciones.
LOS ENUNCIADOS BASICOS COMO
HIPOTESIS
Si los enunciados básicos que ponen a prueba una teoría son hipótesis, quiere decir que pueden ser refutados. Esto ya lo habíamos visto en el capítulo anterior. Voy a agregar algo más, que completa la concepción del lenguaje de Popper. En un apartado, Popper nos dice que lo que sucede en el mundo no puede refutar un enunciado, por el motivo que son ontológicamente diferentes. Las palabras difieren de las cosas (diremos que afirmar que coinciden es una de las características del idealismo). La palabra piedra no se puede comparar con una piedra. La palabra piedra dicha es una vibración, escrita es un conjunto de letras sobre un papel. La piedra es sólida y mucho más pesada que que las vibraciones o el papel. Las letras, cuya materialidad es la tinta, es todavía más liviana. La palabra redonda no es redonda. Si digo el papel está sobre la mesa, la palabra papel no está sobre la palabra mesa. Si esto es así, ¿cómo se puede refutar un enunciado? Popper acota: lo único que puede refutar un enunciado es otro enunciado. Por lo tanto, si quiere refutar mi enunciado, construya otro que sea refutatorio. Y presente las evidencias del caso. Si son convincentes, podemos aceptar que mi enunciado ha sido refutado. Si no lo son, aceptamos convencionalmente el mío. Como en el sistema jurídico, lo aceptamos a la luz de las evidencias disponibles. Pero si aparecen nuevas evidencias, podemos revisar el acuerdo, y cambiarlo.
Puntualicemos que la posición de Popper constituye un rechazo de la concepción semántica de la verdad que viene desde Aristóteles (la verdad es decir de lo que es que es, y de lo que no es, que no es) por la cual de la comparación entre lo que se dice y lo que es establere la verdad o falsedad de lo dicho. Popper -así como otros filósofos- hizo notar sus dificultades, y sin presentarla por completo, nos habla de una concepción alternativa de la verdad, la visión coherentista de la verdad. El conocimiento consta de un conjunto de enunciados compatibles entre sí (esta versión tampoco es completa), sin que haya alguno que sea contradictorio. Si se admite alguno que lo sea, reemplaza a otro (s), y el conocimiento sigue siendo coherente.
Terminamos aquí con Popper.
Al menos el Popper que prefiero. El Popper de origen socialista, solidario con
sus colegas neo positivistas al punto de ir a Nueva Zelanda y no a Inglaterra
cuando debieron huir del nazismo para dejarle su lugar a su colega Waisman; el
que publica La sociedad abierta y sus enemigos como su
contribución a la lucha antitotalitaria (se comparta o no lo que dice); el
hipotético deductivista y falibilista duro, sin lugar para la metafísica en la
filosofía de la ciencia, rechazando la concepción semántica de la verdad y las
teorías del significado provenientes de Frege.
El de la no determinación del
curso de la historia. En honor a la verdad (sea esto lo que sea, aunque
sospecho que aquí es un simple recurso retórico) debo decir que a medida que pasan
los años, Popper cambia, y no para mejor, como los buenos vinos. Acepta la
concepción semántica de la verdad. Deviene junto con Hayeck uno de los
principales fundadores del neo liberalismo. Adscribe a las posiciones
metafísicas, idealistas de Hegel y Frege, continuándolos en la ciencia al
postular un Tercer Mundo ideal donde moran las teorías y el conocimiento científico.
Me quedo, y espero que ustedes disfruten tanto como yo la aventura de conocer
el pensamiento de un filósofo original, audaz, que por añadidura escribe con
buen estilo. El Popper que llega aproximadamente hasta los años 40, y no lo
desestimen porque hubo otro, del mismo nombre, que usurpó su lugar y con el que
no coincidimos en absoluto.
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